Que habitamos instantes crepusculares ya no lo niegan ni los más devotes [1] de la iglesia del humanismo de los últimos días. Si cabe, aún quedan unos pocos adictes al vicio de soplar pequeños sorbos de tecnoptimismo en las sucias esquinas del progreso. Igual, querides lectores, os habréis cruzado con elles mientras renegabais de la crueldad que atraviesa el vivir de los estertores de lo humano. Os habrán sacado del desgarro, sombra de la sombra de un balbuceo casi imperceptible: «la tecnología lo solucionará, la tecnología lo solucionará».

Sartre, el filósofo francés del existencialismo que hizo suyo el derecho de admisión más amplio de la historia, gustaba de afirmar: «el judío, es judío, por lo que los demás ven de judío en él». (Sartre, 1948; Harwicz, 2023). El significante judíe puede intercambiarse por significantes alternativos. En el espacio de escansión que deja la extracción del significante judíe, encajan de igual manera, los significantes mujer, disca, indígena o por supuesto, el significante animal. Más allá de que nos empoderemos resignificándolo, cualquier significante cobra sentido por lo que representa para otros significantes que arguyen los otros o el Otro como tesoro de todos los significantes.

El psicoanalista freudiano Jaques Lacan, afirma en el prefacio de la versión inglesa de su Seminario 11: Los cuatro conceptos del psicoanálisis, «que el analista sostiene la urgencia del analizante». (Lacan, 2010) Si la persona analizante fuera capaz de sostener su urgencia, no sería necesario hacer el par con  la persona analista. La función de la persona analista debe acoger esa urgencia y aparecer en el momento justo para realizar un acto analítico o interpretación por el fuera de sentido. Es ahí, donde aparece la persona analista. Aunque su cuerpo presentifica su presencia, sólo aparece en el acto analítico. Hasta entonces, y después de realizarlo, sólo es la representación del representante del Otro, un par que hace de semblante como el sujeto supuesto saber.

Es una urgencia lo que trae  la persona analizante a la consulta, y también, es una urgencia lo que le hace acabar el pase. La persona analista no debe negarse ante el acogimiento de la entrada en análisis, ni retrasar la salida del mismo. La urgencia de la persona en análisis es un trauma. En psicoanálisis un trauma es «la oposición que realiza un hecho a un dicho como significante amo del analizante» (Ibidem). En definitiva, para lo animal destinado a ser «comida» el hecho de un rescate es un hecho traumático, porque se opone al significante amo «comida» en el que hemos convertido a ese sujeto. Y la persona activista antiespecista, al igual que la persona analista debe de acoger la urgencia del otre. Se debe de realizar la transferencia para evitar que esa urgencia no acabe en un instante frugal de compasión inútil o vacua.

Un ejemplo de viñeta de este caso, ha sucedido a lo largo de estos días en Cantabria, lugar que habito hace poco tiempo. Tierra que amo por su belleza exuberante. Territorio que me hastía porque limita la vida de los otros en grandes dosis de crueldad humana. Personas dedicadas a la ganadería, a la caza, o simples maltratadores varios recorren sus senderos y acequias sin descanso para provocar duelos infinitos en las familias interespecie que moran desde siempre Cantabria.

Pero no gocemos de la ganancia secundaria del síntoma por más tiempo. Apareció por redes, un video  de una cerda sin trazabilidad ni identificación. Seguramente estaba destinada para consumo propio de alguna persona dedicada a la ganadería que vive en la comarca. Hobbytown no era una aldea rural vegana exenta de sufrimiento como nos quisieron contar en El señor de los anillos. En el video, la cerda, llevaba una pierna ensangrentada por un disparo. Corría aterrorizada, como lo haríamos cualquiera. Después, se conoció que el disparo había sido producido por la Guardia civil. Los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado que deben de protegernos son los que nos matan. Es lógico que la sociedad naufragué en el cansancio de sí misma y que la cerda buscara alojar su urgencia en un par. La angustia por la vida siempre presentifica una urgencia que requiere un acto analítico inmediato.

El acto analítico siempre es sin garantía, pero al igual que la persona analista, la persona dedicada a rescatar animales, asume la responsabilidad del acto contingente y sin garantía del rescate. En esta ocasión, la cerda tuvo suerte y se puso en marcha el dispositivo de rescate del movimiento animalista. Hay que asumir que no siempre sucede.

Había que jugársela y apostar por un acto analítico de urgencia. Una interpretación que provocara la transferencia con la cerda y acogiera su angustia con el riesgo siempre presente de provocar con el acto analítico un daño superior. No es fácil la asunción de la responsabilidad de la persona analista, y mucho menos la responsabilidad de la persona rescatista. Esta responsabilidad se llama en psicoanálisis: «al menos uno». (Lacan, 2012). Al menos une que acoge la urgencia de la paciente analizante y asume convertirse en detritus de ésta cuando ya no es necesaria la transferencia alojando su objeto a o causa de goce mortificante. Y al menos une que decide asumir la carga emocional, el surco doliente que deja la corona de espinas en el cuerpo de una persona que se dedica a rescatar animales  al hacerse cargo de la vida de un individue animal en peligro de muerte.

El acto analítico funcionó. Logró la transferencia. Se rescató a la cerda, se la alojó en el maletero de un coche al puro estilo Puigdemont cruzando la frontera hacia Waterloo huyendo de la “justicia” del reino de España. El rescate se convirtió en una road movie. Cuando la cerda llegó a un santuario de animales, el movimiento animalista quiso creer que se encontraba a salvo y en un nuevo hogar seguro. Se descorcharon las botellas de vino espumoso vegano que aguardaban a la espera de una ocasión que lo mereciese. El movimiento antiespecista no está acostumbrado a las buenas noticias o a los finales felices. Normalmente las botellas destinadas a celebraciones varías acaban echándose a perder en el ángulo ciego de la esperanza de un mundo nuevo y mejor para todas las especies que lo habitan.

Se pensó que la película de esta cerda se llamaría Novia a la fuga, pero pronto nos dimos cuenta de que su título se parecía más a Bony and Clay o dos cerdas y un destino.

Volviendo al psicoanálisis, Jaques Lacan, en su enseñanza temprana, ya alerta del sufrimiento que provocado por la ley del corazón y de las almas bellas, (Lacan, 1991, 2021) enseñanza extraída de la Fenomenología del espíritu de Hegel (2011). En el epicentro del sexo experimental, en la playa bajo los adoquines y frente a un mayo del 68 cargado de buenas intenciones y entusiasmo, el psicoanalista francés realizó uno de los discursos más provocadores del siglo XX. El 3 de diciembre de 1969 en Vincennes, Lacan interpeló a la protesta que allí se daba: «Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros impromptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios es a un amo. Lo tendrán». (Grupo appeler, 2024) Se pueden imaginar la reacción visceral de esa generación. Se le acusó de reaccionario, conservador y fascista y, quizás algo de reaccionario haya en su antihumanista enseñanza, pero a la luz del momento actual, con una Comisión europea y un parlamento gobernado por una coalición de eurodiputades de extrema derecha, conservadores, liberales, verdes y socialdemócratas bajo los preceptos de belicismo, austeridad y recortes de derechos civiles, quizás esa generación buscaba un amo y por fin lo ha encontrado.

El caso, es que Lacan siempre advertía de los efectos funestos de la ley del corazón, es decir de los buenos sentimientos sin preparación, y de las almas bellas, o de Napoleón creyéndose el personaje de Napoleón.

Las noticias sobre el rescate de la cerda dejaban pistas del siniestro desenlace. El ruido de una época (Harwizc, 2023) no tiene por qué coincidir con la urgencia de esa misma época Pronto, aparecieron los primeros videos del rescate de la cerda, del entusiasmo de su salvación,  y su proyección a un supuesto futuro feliz alejada del peligro de lo humano. ¡Ay! Lacan, qué sibilino has sido siempre y qué contra intuitiva tu enseñanza. Tus lecciones siempre se comprenden mejor a posteriori, après-coup, en dos tiempos de comprensión. Te gustaba teatralizar en tu seminario burgués con grandes aspavientos: «¡Qué dios nos libre de las almas bellas!».

Se producían mensajes de alarma por parte de expertas en derecho animal. Con la carga de la piedra de Sísifo del rescate animal sobre sus espaldas, se invitaba a la cordura, a la mesura, al principio de precaución, al principio de prudencia. En definitiva, a acoger en primer lugar la urgencia de la cerda y no el ruido de una época. En primer lugar, porque la cerda se encontraba en el refugio de forma ilegal y conocemos por otros muchos casos que el sistema de opresión especista no descansa jamás. Realizar videos indicando o dando pista sobre el paradero en el que se encontraba la cerda, no sólo la ponía en peligro a ella, sino que ponía en peligro al resto de animales rescatados del santuario.

Pero el narcisismo de especie humano no tiene límites, y sucedió lo que nunca debió suceder. Se antepuso el narcisismo de especie a la urgencia de la animal analizante cerda. Cuando la persona analista se cree de verdad que es un sujeto supuesto saber, y no un semblante que hace que el sujeto pase de ser una sustancia sufriente a un sujeto de saber, se produce la infatuación de dicha persona generando una contratransferencia y una sugestión de la sustancia sufriente que se sienta delante de su par. Este mecanismo es una terapéutica que pretende normalizar el deseo del analizante al discurso del amo. Por su parte, la persona analista, para hacer psicoanálisis debe acoger el goce de la persona analizante y mediante sus intervenciones por fuera de sentido, lograr que esta persona lo acepte y haga un saber menos idiota con él. Ya afirma Miller: «que el psicoanálisis, en tanto que aceptación de la singularidad del goce del analizante y rechazo de la normatividad del discurso del amo, el psicoanálisis debe fracasar irremediablemente en el capitalismo» (Miller, 2011).

El grupo rescatista debe acoger el dolor de la cerda. Y el dolor de la cerda  estaba provocado por la urgencia de una herida de un disparo en una pierna. Sin embargo,  no se pactó con el veterinario la extracción de la bala hasta cinco días después de llegar a lo que iba a ser su futuro hogar. Mientras, la infatuación de especie humana identificada a la madre de dragones no paraba de darse golpes en el pecho. Y por desgracia, el mal estaba hecho. El alma bella se creyó que bastaba con la ley del corazón para salvar la vida de esa cerda. La madre de dragones se creyó el personaje de madre de dragones. Y lo que se había hilado por el día, se deshiló por la noche. Oscar Wilde dijo sobre la improductividad de su escritura: «Hoy he escrito. Por la mañana he puesto una palabra, y por la tarde la he borrado». (Harwicz, 2023) Tenemos claro que la vida carece de sentido, es análoga a un esfuerzo de poesía escrito en hojas no enumeradas, que se caen por un golpe de viento y nos es imposible saber el orden de los versos. (Miller, 2016) Pero ruego al movimiento antiespecista, si es que algo así existiera como tal, que no contribuyamos con nuestras acciones cargadas de bondad narcisista a provocar más dolor y sufrimiento al otre.

No se acogió la urgencia de la cerda. La mañana en que iba a ser operada para extraerla la bala, apareció muerta y abrazada al desamparo de los buenos sentimientos del movimiento animalista. «No, no iba a morir igual», gritaban los familiares de los ancianos de las residencias madrileñas asesinados por la gestión de Isabel Díaz Ayuso durante la pandemia de Covid que asoló el mundo al comienzo de la década de los veinte del Siglo XXI. Y esta cerda tampoco iba a morir igual, era una muerte evitable si la urgencia de esa cerda hubiera sido escuchada y alojada en nuestra responsabilidad como activistas antiespecistas.Ojalá aprendamos como movimiento de que la infatuación de especie mata y esta cerda, que murió sin nombre, sea la última víctima de la ley del corazón animalista. Pero soy pesimista, siempre habrá almas bellas que antepongan el goce de creerse almas bellas, a acoger la urgencia de lo animal que lucha por no perder su vida. «¡Qué dios nos libre de las almas bellas!»[2] 

Referencias bibliográficas

Allan Miller, J. (2011). Sutilezas analíticas. Buenos Aires.

Allan Miller,    (2016).  Un  esfuerzo  de  poesía.  Buenos  Aires.  Editorial  Paidós.

Grupo Appeler. (2024). Lacan y el mayo del 68. ¿Quiénes estaban buscando un nuevo qué? https://grupoappeler.wordpress.com/2018/09/06/lacan-y-el-mayo-del-68-quienes-estaban-buscando-un-nuevo-que/?fbclid=IwY2xjawG4zQdleHRuA2FlbQIxMQABHZDfqI_wxOIoRGs8qmhxCCKJIUW-Awx9lVzAqJg5jXONc0rJGMvvzrsJAw_aem_k-MYSkooB6p-CEyzVQtoZw último acceso el día 1 de diciembre de 2024.

Harwicz, A. (2023). El ruido de una época. Buenos Aires. Gatopardoediciones.

(2010).  Fenomenología  del  espíritu.  Madrid.  Gredos  ediciones.

Lacan, J. (1991). Seminario 8. La transferencia. Buenos Aires. Paidós.

Lacan, J. (2010). Seminario 11. Los cuatros conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires. Paidós.

Lacan, J. (2012). Seminario 19. …O peor. Buenos Aires. Paidós.

Lacan, J, (2021), Seminario 3. La psicosis, Buenos Aires. Paidós.

Sartre, JP. (1948). Reflexiones sobre la cuestión judía. Buenos Aires. Paidós.

Fotos

Pixabay. Autor: Dimadim_art.

Pixabay. Autor: rauschemberger.

Notas

[1] Este artículo está intentado hacer en lenguaje neutro para que resulte lo más inclusive posible. Es una elección forzada, más si tenemos en cuenta que acaban de ser borradas la letra Q y el signo + de los estatutos del Partido socialista obrero español en una clara estrategia de apostar por un capitalismo femenino que oculte al devenir feminista como proyecto emancipador de todes, incluides les animales.

[2] Lacan era ateo, pero no ateo de los que no creen en el dios de Moisés o en el dios de los filósofos. Esta forma de ateísmo es muy sencilla porque la fe corre como el deseo y se pasa de creer en dios a creer en la ciencia o en el mismo Lacan. Lacan era ateo porque no creía en que el significante pudiera coincidir con un significado. No creía en la universalidad del Otro en tanto universo del discurso. Lo que le daba miedo no era el dios creado por los humanos, sino el goce desencadenado y satisfecho hasta la abolición del sujeto en un proceso identitario sin fin.

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