“Cuanto más absoluto sea el dominio del hombre fáustico y más se adhiera a la filosofía de que la naturaleza debe ser conquistada, más rápidamente se deteriorará el entorno y más calidad perderá la vida humana”[1]
Mi experiencia con la muerte animal proviene del atropello a una corza. Es a partir de esta trágica historia por la que me empiezo a plantear lo relacional de la animal con la muerte. Mi investigación se acerca al concepto de muerte, a la relación de la humana con la muerte, pero también a esa relación de la animal con ella y de si existe verdaderamente mucha diferencia entre unas y otras. Aparecen a lo largo de la historia en los mitos, los rituales y las creencias, un estrecho vínculo entre la mujer, la animal y la muerte. En la actualidad nuestra relación con la muerte ha tomado otro cariz, en la era antropocéntrica hemos dejado de tener miedo a la naturaleza salvaje, no tenemos necesidad de defendernos de ella, la hemos vencido con el progreso, la ciencia y la tecnología. Hemos invisibilizado la muerte, nos provoca vergüenza y la prohibimos. Tener un mayor conocimiento de esta relación, puede que nos permita salir de la lógica antropocentrista y eliminar esa barrera entre la humana y no humana y la muerte. En definitiva la cuestión es ¿cómo nos situamos en relación con la muerte y los seres vivos? Y en esa implicación cómo podemos obtener como sociedad, una visión diferente que nos lleve hacia el amor y el cuidado, en el último tramo de la vida, y “vivir” una muerte más empática hacia y con la Otra animal.
- La muerte y la animal humana
Concepto de la muerte
Para hablar del concepto de muerte voy de la mano de varios autores que reflexionan sobre ella. Desde una mirada existencialista, primero me adentro en el pensamiento de Heidegger[2] y de su concepto de ser-ahí, este ser-en-el-mundo, este existir, esta temporalidad, es lo que precisamente nos hace conscientes de nuestra propia muerte. En esta propuesta filosófica, la muerte no existe, es la muerte la que limita a la existencia y es precisamente ella “la que constituye la posibilidad misma de existir” “Cuando yo soy, no es la muerte, y cuando la muerte es, yo ya no soy”[3]. Esta temporalidad y esta finitud son en lo que Heidegger ve la diferencia entre el hombre y la animal en la muerte. Sin embargo, el autor Manuel E. Vázquez[4], ve en Heidegger una contradicción, ya que si solamente “el hombre tiene acceso a las cosas en lo que son”, no es posible que la humana acceda a la muerte como tal, “nadie tiene experiencia de su propia muerte”, por lo tanto nos aproximamos a la muerte a través de la muerte de la otra. Así pues, los límites fijos que se construyen para distinguirnos pueden no ser tan rotundos. (Más adelante hablaremos de la experiencia animal no humana).
Desde una mirada antropológica Edgar Morín[5] nos habla de que la humana:
…No ha sabido que esta muerte a la que tantos gritos y plegarias ha dirigido no era otra cosa que su propia imagen, su propio mito, y que creyendo mirarla se fijaba en sí mismo.
Y sobre todo, no ha visto que el primer misterio era, no la muerte, sino su actitud ante la muerte. [6]
Y es en esta actitud ante la muerte, nos indica Morín es donde se humaniza la misma, prueba de ello será la sepultura. Con las prácticas funerarias las humanas pretenderán prolongar su vida, o más bien podríamos hablar de la convicción de la inmortalidad. Las humanas van a ver la muerte “como un acontecimiento”, se tiene consciencia de la muerte desde la edad de los 7 u 8 años, aparecerá entonces la angustia a la muerte, que llevará a la humana a generar mitos, creencias, mundos mágicos y llevará a muchas a intentar olvidar incluso “la muerte en la muerte”. Esta angustia también provocará “un sentimiento de la pérdida de la propia individualidad”[7]. La humana tratará de huir de ella en su día a día, en su cotidianidad, con sus actividades y con su trabajo, en su ociosidad, de esta forma confrontará la muerte como algo accidental.
Termino esta aproximación a la muerte con Morín con una reflexión que él mismo hace: “Todo esto explica que el hombre, el único ser que tiene horror a la muerte, sea al mismo tiempo el único ser que da muerte a sus semejantes, el único ser que busca la muerte”.[8]
Recojo finalmente el recorrido que hace el historiador Philippe Aries[9] a lo largo de la historia sobre la actitud de la humana con la muerte, comprobaremos cómo ha ido variando la posición de la humana en referencia a ésta hasta nuestros días dependiendo de los contextos y las creencias. El autor los concentra en cuatro elementos psicológicos: “la conciencia de sí, los otros son la defensa de la sociedad contra la naturaleza salvaje, la creencia en la sobrevivida y la creencia en la existencia del mal”[10].
Según Aries en un primer momento la muerte es comunidad, la muerte no es dramática. La humana pertenece a una comunidad y tiene una solidaridad con ella, el objetivo es mantener la especie, darle una continuidad, para ello se celebran rituales. El temor a la muerte es por el vacío que deja esa humana en la comunidad a la hora de enfrentarse con la naturaleza. Este enfrentamiento con la naturaleza lleva a la comunidad a domarla, a poner diques entre la humana y la naturaleza, aparecerán los cercamientos y cambiará la forma de los enterramientos. Es en la Edad Media donde se va a producir un terror a la muerte. La vida es finita, pero esa finitud no coincide con la muerte física, con el cristianismo se prometerá a la humana la eternidad, que será el espacio de espera hasta que llegue la verdadera muerte, la resurrección. En esta especie de sueño “serán más afortunados los que hayan sido enterrados más cerca de los santos”[11]. El muerto da miedo, se le envuelve y se le ponen máscaras.
En la Edad Moderna se produce un fenómeno de atracción hacia la muerte, una especie de fascinación macabra hacia el cadáver tanto externo, donde el cadáver se vuelve bello, se deshace de toda relación con el mal; como interno, atrae el cómo somos por dentro, la ciencia disecciona el cuerpo, se separa de cualquier emoción hacia él. Del muerto de la comunidad se pasa al muerto de la familia, de esta forma la comunidad se va a desentender poco a poco del muerto hasta llegar a la actualidad, donde hemos abandonado al muerto, la muerte nos da vergüenza, la ocultamos y ocultamos cualquier representación que pueda aparecer de ella, el luto, la tristeza, el duelo[12]. Hemos pasado de tener el muerto en el lecho, a mandarlo al hospital donde no huela, donde no se vea, donde no moleste, convertimos la muerte en un tabú.
Toda esta relación de la humana con la muerte entre el terror y la veneración, sugiere que tendrá mucho que ver en la relación de la humana con la animal, como animal-tótem, la vivisección o la indiferencia por las animales matados para la producción alimentaria.
La muerte y la animal no humana
Si en el primer apartado he mostrado ciertos aspectos de la concepción que tienen las humanas con la muerte, en este segundo apartado, intentaré analizar desde el punto de vista de la animal no humana, si existe consciencia de la animal no humana de la muerte, si poseen un concepto de muerte y de su relación y actitud ante ella, a través de una nueva disciplina, la tanatología comparada, que estudia el comportamiento y las reacciones de las animales ante otros individuos que han muerto o están a punto de morirse.[13]
Susana Monsó busca la respuesta a la pregunta:” ¿entienden la muerte los animales?” y para ello busca a través de la observación de sus conductas un concepto mínimo de la muerte, teniendo que cumplir ciertos requisitos que también se aplican a las personas humanas:
- No-funcionalidad: la muerte implica el cese de las funciones mentales y corporales.
- Irreversibilidad: los individuos muertos no pueden volver a la vida.
- Universalidad: todos los individuos vivos, y solo los individuos vivos, mueren.
- Mortalidad personal: la muerte también se aplica a uno mismo.
- Inevitabilidad: no se puede posponer la muerte indefinidamente.
- Causalidad: la muerte es provocada por un colapso en las funciones vitales.
- Impredicibilidad: no se puede predecir de antemano el momento exacto de la muerte. [14]
No tienen por qué estar presentes todos los requisitos, basta con que se cumpla alguno de ellos para dar por hecho que se tiene un mínimo concepto de muerte. Además será necesario alejarnos de la idea antropocéntrica emocional [15], donde sólo cabe la manera de reaccionar emocionalmente humana a la muerte, veremos qué existen multitud de formas diferentes. Hay muchas especies que transportan durante mucho tiempo entre sus colmillos en el caso de las elefantas o a su espalda, las chimpancés, el cadáver de su hija muerta, algunas les meten comida en la boca y otras especies se quedan junto al cadáver durante varios días, para evitar que las depredadoras la ataquen. Otras emociones y comportamientos hacia el cadáver, indica Monsó, pueden ser” la exploración táctil, la observación, el olfateo, la necrofilia, agresión, canibalismo y juego”.[16] Según Monsó, las animales no humanas aprenderán la muerte a través de la experiencia y la asociación, ya que la muerte está presente día a día en la naturaleza. Ciertos individuos parecen tener consciencia de su propia muerte, estando a punto de morir, se separan del grupo para morir en soledad y tranquilos. Incluso, indica la autora que existen casos de delfines que dejaron de respirar acabando así con su vida.
Un cuerpo muerto cambia sus funciones completamente, a través de los sentidos se aprecia de manera diferente y en muchas especies esto les sirve como aprendizaje para salvar su propia vida. Como por ejemplo la zarigüeya que han desarrollado mecanismos de defensa, conocido como tanatosis, que consiste en hacerse el muerto[17], cambia la expresión facial, produce un olor imitando la putrefacción, disminuye el ritmo cardiaco y la respiración.
Quienes seguimos la vida en los Santuarios de animales a través de redes, o vivimos cerca de ganaderías, hemos visto muchas veces el comportamiento de estas animales cuando un miembro de su especie está cerca de la muerte o muere, traigo aquí como ejemplo la historia de la vaca Marta[18]. Es una vaca que fue rescatada por la Fundación Santuario Gaia donde vivió dos años, pero cayó enferma y no pudieron hacer nada por su vida. En este trayecto, además de estar acompañada por sus humanas, cada una de los toros y vacas que habitan en el Santuario pasaron a despedirse de ella. He podido observar que cuando una vaca muere, las demás dan vueltas en círculo alrededor del lugar donde está el cuerpo, lo huelen e incluso vuelven a ese mismo lugar cuando ya no está.
- Relación entre la muerte y la animal
Mitos, magia y tradiciones
La angustia a la muerte ha hecho que las sociedades hayan creado mitos, leyendas y fábulas alrededor de la muerte. Muchas de esas culturas han creado ciertos dioses con formas antropomorfas o zoomorfas, animales con cabeza de hombre, hombres con cabeza de animal. Muchos de estos animales se sacralizan y pasan a ser considerados dioses, pero en otros lugares del mundo estos mismos animales serán considerados maléficos. En las culturas más antiguas la muerte estaba presente en la vida, y las muertas convivían con las vivas, no hay una diferenciación clara entre lo visible y lo invisible. A algunas animales “se les ha atribuido la facultad de provocar la muerte, la capacidad de augurarla y, en ocasiones, también se les hecho partícipes de los rituales funerarios”.[19]
En 1940 se encuentra en el centro de la ciudad de México lo que se llamó el Altar de los animales de la muerte. En este altar aparece representada la lechuza Chichtli, en la cultura mexicana está relacionada con el dios de los muertos, eran las mensajeras de malas noticias y también eran las aves que acompañaban a los hechiceros. (Las leyendas de las lechuzas tienen un significado universalizado, ya que en casi todas las culturas, como por ejemplo en la egipcia o en el simbolismo cristiano también son consideradas como mensajera de la muerte). La araña Tócatl, en el altar se la representa con rasgos mitológicos y con instrumentos que se relacionan con los sacrificios. El murciélago Tzinacontli se le representa con vuelo descendente, lo que se relaciona con el dios de los muertos, también con grandes mandíbulas y dientes muy afilados. Y el escorpión Cólotl, con garras y cuchillos. Todas estas animales están relacionados con la muerte, la oscuridad de la noche y sus poderes”.[20]
En relación con las animales que pueden causar la muerte existen muchas tradiciones en lo que llamamos “España rural”. En Galicia se creía que los niños podían morir por el “aire de gato o de gata parida” o “aire de perro enfermo”, se pensaba que si un perro o gato había dormido en la cuna de un niño o saltaba encima, en el niño aparecían síntomas como delgadez extrema, palidez y se decía que poseía “el aire”, también con esos síntomas se decía que el niño padecía el “aire de difunto” pudiendo haber sido provocado por el paso, cerca de la habitación del niño, de un féretro camino del cementerio.[21] En pueblos de la provincia de Salamanca la creencia era que si maltratabas o matabas a un gato de color negro, se quedaría en sus ojos reflejado el rostro de algún familiar de quien le hizo el daño y éste moriría muy pronto. Tampoco se podía mantener encerrada una tórtola durante muchos años, máximo siete, ya que si no se la liberaba podía perecer cualquier miembro perteneciente a la familia donde estaba encerrada. Si aun soltándola la tórtola no salía volando, “la muerte estaba garantizada.”[22]
En cuanto a los animales que auguraban la muerte ya hemos mencionado el caso de la lechuza y también otras muchas aves como el búho, las urracas o los gallos. Pero existen creencias también sobre los perros, si éste aullaba durante toda la noche, significaba que la persona enferma moriría, se dotaba al perro de la capacidad de ver el espíritu que aún vagaba por la casa o por las calles cuando había abandonado el cuerpo.[23]
Existen también muchas relaciones de la animal con los rituales mortuorios, en muchas zonas de España las animales “domésticos” participaban en ellos. Por ejemplo en el País Vasco “a las abejas se les comunicaba la muerte del propietario de la colmena, golpeaban la tapa y se rezaba un padrenuestro”. Se pensaba que de ese modo, las abejas redoblarían su producción de cera para la elaboración de las velas que se usarían en las misas por el difunto. En la provincia de Lugo se colocaba delante del cortejo funerario el ganado que había pertenecido al muerto. O en Galicia, antes de enterrar al muerto, se soltaba todo el ganado para que el propietario no se llevara a las animales con él. En otros lugares hacían partícipes del luto a las animales, para ello las despojaban de los cencerros o las campanillas o incluso en el caso de los caballos se les llegaba a cortar la cola, en señal de luto cuando moría el propietario. [24]
Pero también existen casos donde la humana ha negado a las muertas su entierro, como el caso del cementerio judío de Pinkas, en Praga. Existen lápidas sin nombre desperdigadas entre las otras, donde se depositaron los cadáveres de los perros que fueron lanzados por los cristianos a los judíos como insulto. “Insultar a un ser humano fallecido con un animal muerto era una injusticia contra hombres y animales que solo enterrando a estos entre los otros podía repararse”.[25]
Microhistoria. El caso de la corza
En casi todos los trabajos que he realizado como historiadora, siempre me he interesado por la microhistoria, en este caso mi experiencia con la muerte de la animal me viene dada por el atropello de una corza. Me sirvo de este caso para poder seguir desarrollando la relación de la muerte con la animal.
1, 2, 3, 4… y así podría seguir hasta 30 millones. Esta es la cuenta que realizo cuando cojo el coche y voy por la carretera. Podrían ser puentes, farolas o árboles, pero no, esta cuenta es la de los animales atropellados que me encuentro por los caminos y carreteras cerca del pueblo donde habito. He dicho que podría seguir hasta los 30 millones (aproximadamente 9 millones de anfibios, 4 millones de reptiles, 12 millones de aves y cinco millones de mamíferos, entre ellos, perros, gatos, jabalíes, conejos, corzos, ciervos y linces ibéricos) porque son las muertes por atropellos de animales contabilizadas al año, pero sabemos que son más, según las estadísticas, en España mueren ya más animales atropellados que por la caza.[26] Estos animales se pueden quedar ahí varios días, hasta que ya no parecen animales, hasta que quedan como manchas en el asfalto inidentificables, parece que a nadie importan, pero a mí me importan y a mí me duelen. Pero es que además el que esas animales queden ahí tiradas provoca que otras predadoras vayan a comérselas y así aumenta la probabilidad de que ellas mueran también.
Por eso cuando voy conduciendo por estas carreteras siempre voy pendiente por si algún animal se cruza, me he cruzado con ratonas, pájaras, una familia de cabras, corzas, vacas y hasta algún sapo. Pero tuve la mala suerte una vez de no verla, salió por la derecha de detrás de unos matorrales y se golpeó con el coche y salió despedida. Frené como pude y me hice a un lado de la carretera, al coche que venía detrás de mí no pareció importarle ni la corza ni nosotras, siguió su camino como supongo todos los días porque nadie ni nada va hacer que se detenga. Bajamos corriendo del coche y la buscamos, y allí estaba, al otro lado de la carretera, encogida, temblando y muerta de miedo. Llamamos a todos los números posibles para poder ayudarla, pero fue en vano. A los diez minutos murió en los brazos de mi pareja mientras yo intentaba desesperada que alguien nos ayudara. Cuando llegó la guardia civil se preocuparon mucho de los posibles daños que podía haber ocasionado la corza en el automóvil, indicándome que había tenido suerte porque si me llego a cruzar con una jabalí, el coche habría quedado siniestro. Me dijeron que no me preocupase que no había pasado nada, que todos estábamos bien y se miraron el uno a otro y dijeron que habría que llamar para que vinieran a llevarse al BICHO. Yo les miré y les dije que sí que había pasado algo, que esa mañana yo había quitado la vida a una animal. Existe un protocolo en la página del Ministerio de agricultura, pesca y alimentación, realizado en 2019 donde se escriben algunas recomendaciones sobre cómo actuar ante la colisión con un animal, toda la guía está escrita desde una mirada antropocéntrica, donde por supuesto la animal queda relegada a ser la provocadora de peligro por accidente y de posibles enfermedades contagiosas, así que lo mejor es no acercarse a ellas. [27]
Como últimas reflexiones hago un repaso a todo el texto e intentaré mostrar el hilo conductor de todo lo escrito, terminando con algunas ideas que nos hagan ver posibilidades más empáticas en la relación de la animal con la muerte. Hemos visto como la relación de la muerte con la humana tiene mucho que ver con la vida y con la otra, pero también con los miedos y con la angustia, y es en ese poder de control de la naturaleza con la que entra en relación con la muerte animal no humana. Han pasado de ser consideradas dioses o dotadas de características mágicas a ser vistas como simples seres inferiores que sirven de alimento, de mano de obra o de pura diversión. En esta posesión de la naturaleza hemos construido casas, carreteras, cercados, vallados, hemos sacado a las animales de su hábitat, las hemos arrinconado y encima nos molesta que crucen por las calles, que busquen comida entre nuestra basura o que se bañen en las playas. “Rechazar la posibilidad de matar a los animales en la sociedad humana y llorar la muerte de las animales siguen siendo formas poderosas de alterar las normas de conductas dominantes.”[28]
Susana Monsó nos enseña cómo la animal no humana posee un concepto mínimo de muerte, no ese concepto intelectual que posee la humana, un concepto desde su mirada, no la nuestra. Si como también se ha dicho, solamente la humana es consciente de su muerte, ¿cómo es posible que no seamos capaces de generar otra relación con ella? “Si logramos reconciliarnos con nuestra condición de animales quizá podamos también reconciliarnos con nuestra propia mortalidad”[29]
Termino con dos ideas recogidas del texto de Kathryn Gillespie. Una es la idea de recuperar la figura de la doula, una persona que ofrece sus servicios en situaciones críticas de la vida, dando su apoyo y cuidados, recogiendo las necesidades de la persona enferma, esta figura quiere ponerla en contextos “multiespecies para ayudar a las animales no humanas en el tránsito hacia la muerte, poniendo a la animal en el centro y dándole todo el amor y atención que necesiten”[30]. Y una última idea es la de “pensar en una experiencia de duelo multiespecies donde se reúnan en silencio o en un coro de graznidos, bramidos, gruñidos, gemidos, chillidos, silbidos, chirridos, latidos, ronroneos y maullidos”[31].
Bibliografía
-Arturo Leyte, Heidegger. El fracaso del ser, Batiscafo SL, 2015
-Edgar Morín, El hombre y la muerte, Kairós, Barcelona, 1974, 4ª edición
-Ismael López Dobarganes, Animales como tú, Duomo ediciones, Barcelona, 2020, p. 166
-Joan Luis Ferrer, Biodiversidad. “Una ley tratará de reducir el atropello de animales en la carretera”, Diario Verde y azul, 25 de mayo de 2021, https://verdeyazul.diarioinformacion.com/una.ley.tratara-de-reducir-el-atropello-de-animales-en-carretera.html
-Kathryn Gillespie, “Provocation from the Field: A multispecies Doula Approach to Death and Dying”, Animal Studies Journal, 9(1), 2020, p. 1-31
-Luis M. Usero, Charles David Tilley, “Muerte, presagios y ritos: el papel de los animales en algunas tradiciones españolas”, Revista TRIM, 13, 2017, pp. 23-35
-Manuel E. Vázquez,” El animal y el hombre”, Revista Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 37, 2020, p.321-326
-Marta Tafalla, Theodor W. Adorno: una filosofía de la memoria, Herder, Barcelona, 2003, pp. 243-244. Citado en Jorge Riechmann, En defensa de los animales, Catarata,Madrid, 2017, p. 20
-Philippe Aries, El hombre ante la muerte, Taurus S.A., Madrid, 1983
-René Dubos, Un dios interior, Salvat, Barcelona, 1986, p.227. Citado en Jorge Riechmann, En defensa de los animales, Catarata,Madrid, 2017, p. 20
-Susana Monsó, La zarigüeya de Schrödinger, Plaza y Valdés, Madrid, 2021
[1] René Dubos, Un dios interior, Salvat, Barcelona, 1986, p.227. Citado en Jorge Riechmann, En defensa de los animales, Catarata,Madrid, 2017, p. 20
[2] Arturo Leyte, Heidegger. El fracaso del ser, Batiscafo SL, 2015
[3] ibídem
[4] Manuel E. Vázquez,” El animal y el hombre”, Revista Anales del Seminario de Historia de la Filosofía 37, 2020, p.321-326
[5] Edgar Morín, El hombre y la muerte, Kairós, Barcelona, 1974, 4ª edición
[6] Ibídem. p.17
[7] Ibídem p. 31
[8] Ibídem p.78
[9] Philippe Aries, El hombre ante la muerte, Taurus S.A., Madrid, 1983
[10] Ibídem p. 500
[11] Ibídem p.501
[12] Ibídem 508
[13] Susana Monsó, La zarigüeya de Schrödinger, Plaza y Valdés, Madrid, 2021
[14] Ibídem p. 80
[15] Ibídem p. 97
[16] Ibídem p. 137
[17] Ibídem p. 212
[18] Ismael López Dobarganes, Animales como tú, Duomo ediciones, Barcelona, 2020, p. 166
[19] Luis M. Usero, Charles David Tilley, Muerte, presagios y ritos: el papel de los animales en algunas tradiciones españolas, Revista TRIM, 13, 2017, pp. 23-35
[20] Daniel Díaz, Altar de los animales de la muerte, https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/altar-de-los-animales-de-la-muerte.
[21] Luis M. Usero, Charles David Tilley, “Muerte, presagios y ritos: el papel de los animales en algunas tradiciones españolas”, Revista TRIM, 13, 2017, pp. 23-35
[22] Ibídem p. 23-35
[23] Ibídem p. 23-35
[24] Ibídem p.23-35
[25] Marta Tafalla, Theodor W. Adorno: una filosofía de la memoria, Herder, Barcelona, 2003, pp. 243-244. Citado en Jorge Riechmann, En defensa de los animales, Catarata,Madrid, 2017, p. 20
[26] Joan Luis Ferrer, Biodiversidad. “Una ley tratará de reducir el atropello de animales en la carretera”, Diario Verde y azul, 25 de mayo de 2021, https://verdeyazul.diarioinformacion.com/una.ley.tratara-de-reducir-el-atropello-de-animales-en-carretera.html
[27] Guía Vigilancia sanitaria fauna silvestre. Ayúdanos a mantener la salud del campo. Ministerio de agricultura, pesca y alimentación, Madrid 2019
[28] Kathryn Gillespie, “Provocation from the Field: A multispecies Doula Approach to Death and Dying”, Animal Studies Journal, 9(1), 2020, p. 1-31
[29] Susana Monsó, La zarigüeya de Schrödinger, Plaza y Valdés, Madrid, 2021
[30] Kathryn Gillespie, “Provocation from the Field: A multispecies Doula Approach to Death and Dying”, Animal Studies Journal, 9(1), 2020, p. 1-31
[31] Ibídem p. 1-31