Imagen: Murciélago vampiro – Flickr / Marco Mello
El estudio de las vidas sociales y los potenciales afectos subyacentes en el murciélago vampiro nos abre una ventana a los matices de las necesidades, motivaciones y dificultades que atraviesan a todo ser sintiente. Por otro lado, estos mismos datos ponen de relieve las violencias físicas y los sesgos discursivos derivados del antropocentrismo. Estos últimos meses los murciélagos han sido retratados como reservorios víricos o como engranajes de un ecosistema, pero demasiado a menudo se ha ignorado la dimensión afectiva de estos individuos con los que aspiramos a adoptar una nueva praxis relacional.
El distanciamiento social en el murciélago vampiro
Los murciélagos presentan un diverso abanico de estructuras sociales, algunas especies son prominentemente solitarias mientras otras forman colonias de más de un millón de individuos. Se hipotetiza que la larga esperanza de vida de algunas de ellas podría facilitar las interacciones repetidas entre individuos y por tanto dar lugar a relaciones cooperativas (Wilkinson et al., 2019). Algunos ejemplos de comportamientos cooperativos en murciélagos son el intercambio de información, el intercambio de comida, el acicalamiento social, el cuidado comunitario de las crías o los abrazos para mantener el calor (Wilkinson et al., 2019).
Los murciélagos vampiro comunes (Desmodus rotundus) son altamente sociales, hematófagos (se alimentan exclusivamente de sangre), nocturnos y habitan diversas regiones de América Latina. Estos mamíferos voladores establecen vínculos sociales y realizan comportamientos cooperativos que se mantienen en el tiempo y en diferentes entornos físicos y sociales. A modo de ejemplo, una investigación reciente determinó que los murciélagos vampiro que se acicalaban y compartían comida en cautividad, mantenían el vínculo tras ser introducidos en la naturaleza (Ripperger et al., 2019). El acicalamiento social y el intercambio de comida son dos comportamientos cooperativos muy bien caracterizados en estos murciélagos. El intercambio de comida se da a través de la regurgitación de sangre. La comida es compartida cuando un murciélago donante se aproxima a un murciélago que no ha podido saciarse, el cual lamerá la boca del donante en solicitud de la regurgitación.
Con el objetivo de explorar cómo una enfermedad puede moldear las relaciones sociales, un estudio publicado el pasado mes de febrero en la revista Journal of Animal Ecology analizó cómo se modifican los comportamientos cooperativos ante la presencia de una enfermedad en una colonia de murciélagos vampiro (Stockmaier et al, 2020).
El estudio de la dinámica social identificó que los murciélagos con el sistema inmunitario comprometido participaban en menos intercambios de acicalamiento con otros individuos. En cambio, no se detectó una disminución en el intercambio de comida, tal y como refleja el artículo: “el hecho de que las regurgitaciones se mantengan sugiere que los individuos receptores con el sistema inmunitario comprometido no dejan de solicitar comida y que los donantes no los evitan”. Además, se observó que el efecto sobre el acicalamiento social varía en función de la relación de los murciélagos, pues las madres no reducían los niveles de acicalado de sus hijas a pesar de que éstas presentaran síntomas de infección.
Las observaciones indican que la reducción en las interacciones sociales no se da porque los individuos enfermos se aíslen del grupo o porque éstos fuesen evitados por el resto de individuos. Dicha reducción parece más bien consecuencia de la letargia asociada a los síntomas de enfermedad. Es decir, el distanciamiento en forma de menor participación del acicalado social es resultado de una reducción en los niveles de actividad en el individuo enfermo, lo que no impide que sus congéneres le faciliten alimento.
El estudio de los comportamientos cooperativos también puede desvelarnos capacidades cognitivas como la memoria y el reconocimiento de individuos, pues los murciélagos vampiro reconocen las vocalizaciones de individuos con los que previamente ya han compartido comida (Carter y Wilkinson, 2016). De hecho, estos murciélagos se incluyen entre aquellos animales para los que se ha descrito altruismo recíproco entre individuos no emparentados genéticamente, junto con papiones chacma, chimpancés y bonobos (Layton, 2020).
De la función a la motivación
Pero más allá de la complejidad cognitiva y de la interpretación de los comportamientos en términos evolutivos, como afirma el etólogo y zoólogo Frans de Waal en su último libro El Último Abrazo (Tusquets Editores, 2018), no debemos escudarnos en la función de los comportamientos para evitar hablar de las motivaciones y los afectos subyacentes.
En el contexto analizado en el estudio del distanciamiento social, podemos identificar distintos focos que tienen el potencial de interferir en el bienestar y los intereses de los individuos implicados, como el potencial componente afectivo negativo vinculado a los síntomas de la infección, el hambre en los individuos que solicitan comida regurgitada o la mayor dificultad, en individuos con síntomas, por acceder al acicalamiento social y, por tanto, al estado emocional positivo asociado.
Tener en cuenta el componente afectivo de los comportamientos nos recuerda que los otros animales son sujetos con intereses cuyo bienestar puede verse comprometido por los acontecimientos que suceden en su vida. Esto nos lleva a dos consideraciones sobre este estudio en particular y sobre nuestra relación con los otros animales en general.
Las violencias tras los datos
En primer lugar, debemos poner sobre la mesa la legitimidad del estudio que ha permitido desentrañar la dinámica del distanciamiento social en murciélagos vampiro. La presencia de murciélagos con el sistema inmunitario comprometido en el estudio no es casual, lxs investigadorxs recurrieron a la inyección de una endotoxina bacteriana que induce una respuesta inmune y produce síntomas transitorios como los de una infección (Stockmaier et al., 2018). Por otro lado, se sometió a periodos de ayuno a distintos individuos con el objetivo de inducir que solicitaran comida a sus congéneres. Además, la colonia cautiva de murciélagos con la que se realizó el estudio se constituyó a partir de la captura de 24 hembras adultas en Panamá.
Los sesgos en el discurso
La segunda consideración tiene que ver con el sesgo que encontramos en los discursos mayoritarios que han aparecido en los medios de comunicación estos últimos meses en relación a los murciélagos en el contexto de las enfermedades zoonóticas.
Ante el peligro que supone para los murciélagos un mensaje mal construido o erróneamente interpretado en tiempos de pandemia (ver, por ejemplo, esto y esto), surge un discurso bienintencionado cuyo objetivo es la recontextualización del relato en relación a estos individuos (ver, por ejemplo, esto, esto y esto). Este discurso destaca el rol ecosistémico de los murciélagos en calidad de polinizadores, dispersores de semillas y aliados agrícolas en el control de insectos. Es decir, para hacer contrapeso a los miedos y prácticas que puedan desencadenarse contra estos individuos, se aspira a ofrecer una visión “positiva” desde una óptica antropocéntrica basada en los beneficios que nos ofrecen a los seres humanos.
Volvamos ahora al murciélago vampiro. Estos murciélagos no son ni frugívoros ni insectívoros, son hematófagos que no ofrecen ningún rol ecosistémico aparente del que los seres humanos puedan salir beneficiados. ¿Es suficiente, acertado o justo retratar a los otros animales desde los servicios que nos ofrecen?, ¿qué hay de los intereses de los otros animales más allá de los intereses de los seres humanos? Este sesgo antropocéntrico da la espalda a los datos que nos recuerdan que los murciélagos, como el resto de mamíferos y muchos otros grupos de animales, son seres sintientes con la capacidad de tener experiencias afectivas, por lo que sus intereses deberían ser considerados no solamente en nuestros discursos, sino también en nuestros procesos de toma de decisiones.
En un momento en que nuestra relación con los otros animales aparece en el debate público por su vínculo directo con la emergencia de enfermedades zoonóticas y la crisis climática, poner el foco en los intereses de los individuos sintientes es la aproximación que nos permite abandonar la burbuja antropocéntrica y la que debería ocupar un espacio central en nuestro intento por mejorar los términos en los que configuramos nuestras relaciones multiespecie.