Ningún caballo nace para ser montado sino que se le obliga a trabajar para las humanas y la monta es una de las muchas y dolorosas prácticas que se llevan a cabo contra ellos. Ocurre que, debido a la gran cantidad de caballos que son fabricados por los criadores con finalidades diversas (carne de consumo, prácticas deportivas, trabajos de carga, monterías, transporte, ocio, etc.) siempre resulta una cantidad de caballos que son abandonados, maltratados y asesinados. Aquellos que son rescatados por algún santuario o entidad protectora de animales consiguen tener una vida digna en esos centros donde, con frecuencia y debido a las necesidades de los propios caballos, se les introduce en el aprendizaje de la denominada etología sensitiva1que es una práctica exenta de violencia contra el caballo y que le permite realizar ejercicios que son precisos para mantenerse saludable.
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En el proceso de re-educación del caballo se establecen una serie de premios e incentivos que ayudan a modificar la tendencia del caballo a repetir determinados comportamientos no deseables para su vida en compañía de otros équidos y de humanas. Si el proceso se realiza en un santuario o en una asociación protectora de los caballos, la forma como se administran los incentivos y los premios permiten establecer conclusiones sobre el carácter y la mentalidad de las personas responsables que, en general, también son jinetes expertas. Estas personas saben muy bien que lo que hace un caballo bajo coacción se convierte en comportamientos enloquecidos, más o menos evidentes, de modo que las realizaciones del caballo que es violentado provocan un trabajo o una demostración con gestos torpes, maquinales incluso, poco cercanos a la armonía, belleza y gracia que, desde la perspectiva humana interpretamos que son propias de los équidos en su vida cotidiana en régimen de libertad vigilada, como ocurre, por ejemplo, en un santuario. Lo que es preciso es que el caballo manifieste, por iniciativa propia, sus actitudes y formas de ser independientemente de cómo les construimos las humanas.
Cuando nos referimos a los premios, que son refuerzos positivos, deben de aplicarse después de una acción porque así se alienta al caballo a repetir ese comportamiento que se considera adecuado para él. El modo de premiar más extendido e inmediato es a través de la alimentación, aunque el exceso de premios (manjares o golosinas) puede conducirles a convertirse en caballos resabiados, exigentes o a pedir en exceso, de modo similar a como ocurriría con criaturas humanas en circunstancias similares de premiar comportamientos. Si el caballo ya ha aprendido o aceptado a ser tocado por la humana valora, e incluso puede desear, los premios en forma de palabras con tonos que suenen alegres, pequeños cantos, música, silbidos suaves o el rascado en el cuello. Cuando el caballo tiene un carácter amistoso se observa su esfuerzo por ganarse el premio y es emocionante verle disfrutar trabajando con la experta responsable. Por el contrario, resulta extremadamente triste notar que muchas personas responsables de caballos no aprecian lo importante que es premiar al caballo y animarle cuando hace algo deseable, solo acostumbran a castigarle cuando hace algo indeseable y eso señala que el caballo es domado en el miedo. Este tipo de caballos se adecuan a lo que se les enseña y son obedientes cual máquinas pero no son alegres ni consiguen actuar por iniciativa propia porque el aprendizaje coercitivo consigue doblegarles completamente. Un aprendizaje que les provocará innumerables problemas físicos, psíquicos y psicológicos, muchas veces de difícil tratamiento y solución. La convicción expresada por el caballo que ocasionalmente desarrolla un acto o un comportamiento habilidoso por iniciativa propia (actitudes, expresión de deseos, etc.) solo existe en aquellos caballos que han sido premiados. Esa lógica del premio y del castigo seguida con los caballos, es completamente similar a la que desarrollamos las humanas: la mayoría de nosotras seríamos desagradables y tendríamos comportamientos inadecuados si fuésemos maltratadas de ese modo. Una palabra de ánimo, cariñosa, o un rascado suave, alentará al caballo (y a la humana) mucho más que una amenaza, aunque es imprescindible ser consciente de lo que se está premiando para evitar cometer errores en la comprensión del caballo respecto a qué se le está recompensando.
En cuanto a los incentivos, son diferentes a los premios y son especialmente útiles durante los primeros adiestramientos porque enseñan al caballo a acercarse cuando se le llama, a entrar en el remolque o en el cercado, etc. Los caballos que son domados en el miedo no acostumbran a aceptar los incentivos porque sus bocas están muy tensas, con labios apretados y, posiblemente, piensan y sienten cosas poco o nada agradables. Los caballos golosos desarrollaran cualquier ejercicio por conseguir el incentivo mientras que a otros caballos estos incentivos no les interesan en absoluto y se mantienen impávidos ente ellos.
Se ha de diferenciar entre premiar, incentivar y dar golosinas porque, estas últimas, aunque se administren con buena intención, son innecesarias y suelen ocasionar problemas. Lo mejor es vincularse amistosamente con el caballo a través de métodos adecuados como estar relajada en su compañía, asearle y hablarle de forma agradable mientras interactuamos con él. Ahí el tono de voz es fundamental porque, según sea, sirve para premiarle, animarle, corregirle, alertarle o prohibirle. A los caballos no les gusta que les griten, les provoca malestar y evitación. Por el contrario les gusta la música y los cantos aunque no está claro si es porque esto les atrae de forma natural o es porque realizan asociaciones que les resultan agradables.
Por lo que se refiere a la evitación o aversión, que es un refuerzo negativo, consigue enseñar al caballo a distanciarse de todo lo que pueda resultarle desagradable, este tipo de refuerzo es el que se sigue en el adiestramiento de la doma tradicional entre otras prácticas que se realizan contra los caballos. Así son muchos los caballos adiestrados con el objetivo de evitar lo doloroso y lo molesto, aprenden a moverse con ligeros contactos del pie, tirón de las riendas, etc., porque conocen la espuela y la temen al igual que sienten miedo de la fusta, la pica eléctrica y el dolor en la boca, todo ello resultado de prácticas coercitivas muy negativas que se ejecutan contra los caballos objeto de adiestramiento, por ejemplo, para competiciones de salto. Son muchas las personas que emplean estas formas de adiestramiento y no quieren aplicar otras que no sean lesivas para el caballo. Algunas personas que manejan caballos apuntan que la transición desde el condicionamiento de huida al condicionamiento de evitación es la verdadera base del adiestramiento de los caballos. Esta afirmación es una falacia, un error doloroso para los équidos porque son muchos los caballos que no han sido adiestrados de ese modo y no son menos sensibles y educados que los que fueron obligados al aprendizaje coercitivo. Mientras más se aplique el refuerzo positivo en forma de premio (reconocimiento de lo que hacen bien) menos relevante será el refuerzo negativo o aversión que es una forma de castigo antiética e innecesaria contra el caballo que le provoca un casi nulo aprendizaje. Eso se debe a que lo doloroso crea miedo y este crea tensión que inhabilita al caballo para aprender adecuadamente, dando lugar a una resistencia que convierte el adiestramiento en un forcejeo encolerizado, peligroso y desagradable.
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Es frecuente confundir el castigo con la aversión y, en general, aplicar el castigo no resulta positivo para el adiestramiento del caballo. Quizá, en alguna ocasión, puede resultar útil algún tipo de castigo, por ejemplo, que el caballo vea un premio y no dárselo para desaprobar un comportamiento inadecuado que el caballo desarrolla de motu proprio, por ejemplo, morder. Pero el castigo resulta inútil cuando se pretende enseñar una nueva acción al caballo porque castigar una respuesta no adecuada le asusta y confunde y, por ello, es menos probable que se preste a cooperar la próxima vez. Un uso inadecuado del castigo comporta grandes resistencias durante el proceso de adiestramiento y dificulta en gran medida el avance. Es relevante recordar que las palabras altisonantes son un castigo para un caballo que está habituado a recibir premios así como la tensión y el nerviosismo que impregnará nuestros cuerpos cuando le hablemos ásperamente porque el caballo lo percibirá de inmediato. Por ello resulta especialmente valioso el adiestramiento con premios (refuerzos positivos); incluso si la experta jinete tiene las manos ocupadas o se cae, puede expresar su desaprobación y el caballo reflexionará y modificará su plan pero si el caballo ha sido adiestrado con refuerzo negativo (castigos) lo primero que intentará es escapar por miedo, precisamente, al castigo. Los caballos y sus aprendizajes (en forma de premios, incentivos, castigos, etc.) de lo que se habla y escribe para elaborar este texto son équidos que se encuentran acogidos en refugios, santuarios y fincas privadas donde el objetivo es dotarles de una vida libre de explotación puesto que todos esos equinos, en mayor o menor grado, han sido torturados, abusados, abandonados y maltratados. Precisamente por haber sido acogidos en esos centros de protección no han muerto abandonados a su suerte ni han sido condenados al matadero. De ahí la importancia de las jinetes-expertas conocedoras en el adiestramiento de caballos que intentan encontrar el modo de compaginar la necesidad de estos de ejercitarse para conservarse saludables y la necesidad de aprovechar ese ejercicio para crear actividades donde puedan participar personas responsables y amantes de los caballos.
1Etología sensitiva, también denominada doma sensitiva, aunque el hecho de usar el término doma ya implique un tipo de control que, de algún modo, no se entiende vinculado con el otro término sensitiva. En cualquier caso, la cuestión es que esta etología sensitiva es un modo de entender y tratar a los caballos basado en los conocimientos existentes acerca de su comportamiento y de sus características como seres sintientes. En este tipo de doma se trabaja especialmente lo sensorial que tanto los caballos como las humanas poseen, alcanzando un nivel de vinculación emocional muy estrecho que incluye: observar cómo viven los caballos; realizar acercamientos y compartir momentos; vincularles activamente en la vida de las humanas ofreciéndoles una educación-adiestramiento para que convivan con estas; un manejo adecuado y, sobre todo, una monta que les resulte lo más satisfactoria posible (si es que corresponde montarles). Este proceso tiene en común la sensibilidad y la libertad de expresión tanto por parte del caballo como de la humana que le guía. Vivir la experiencia es la parte más relevante del proceso donde ambas, caballo-humana, aprenden mutuamente.