En esta oportunidad entrevistamos a Núria Almiron que es codirectora del UPF-Centre for Animal Ethics y catedrática del Departamento de Comunicación en la Universidad Pompeu Fabra (UPF). Es coeditora junto a Catia Faria del libro Especismo y Lenguaje (Plaza y Valdés, 2024) y coordinadora del proyecto de investigación COMPASS (Lobbying and Compassion: Interest groups, Discourse and Nonhuman Animals in Spain). 

Nos creemos libres y usamos cada día expresiones que justifican y perpetúan una realidad de sufrimiento que en realidad no apoyamos

Grupo Antropología de la Vida Animal (AVA) ¿Apelar al carácter peyorativo del lenguaje con el especismo es un fogonazo más de la cultura woke como propone Borgini?

NURIA. En primer lugar, permitidme que señale que hay 17 autoras que han participado en el libro Especismo y lenguaje (Plaza y Valdés, 2024) y que, aunque compartimos muchas cosas, yo solo puedo hablar en mi nombre en esta entrevista.

En cuanto a la pregunta, aunque el término woke es más antiguo, el uso actual no lleva más de 10 años en los Estados Unidos, mucho menos en nuestro país, mientras que la crítica al lenguaje especista tiene más de dos décadas. La primera crítica estructurada y exhaustiva al lenguaje especista la tenemos en el libro Animal Equality: Language and Liberation que Joan Dunayer publicó en 2001.

En nuestro libro habrá autoras que se identificaran con la cultura woke y otras que no, pero como editora y coautora yo no me involucré en este libro para defender ninguna posición identitaria humana, sino porque es urgente ser conscientes de cómo con el lenguaje contribuimos a la discriminación de los animales. El libro pretende dar herramientas para que nos demos cuenta de cómo con el lenguaje, a veces sin ser conscientes, estamos perpetuando una violencia que en realidad la mayoría de personas no compartimos, seamos woke, anti-woke, especistas, antiespecistas, de derechas o de izquierdas.

AVA. Es cierto que leyendo el libro te das cuenta del lenguaje especista con el que nos expresamos a diario y a veces sin darnos cuenta.

NURIA. El lenguaje especista domina en la mayoría de campos. Está tan arraigado que forma parte natural de nuestra habla. Incluso siendo conscientes de ello es muy difícil desprenderse por completo de él. Para darnos cuenta de ello, y de lo que esto supone, hemos escrito este libro.

la explotación de animales es central en el capitalismo, que prioriza los intereses industriales.

AVA. Cuando hablamos de lenguaje especista, nos surgía la duda de si deberíamos hablar de lenguaje especista o de lenguajes especistas.

NURIA. Precisamente Especismo y Lenguaje, aparte de la introducción conceptual e ideológica, organiza el lenguaje especista en tres apartados:  el lenguaje de la explotación industrial, el aplicado a los animales en la naturaleza y el lenguaje de la cultura, o sea que en cierto modo podríamos hablar de lenguajes especistas en plural, sí.

Pero mi opinión es que el lenguaje de las industrias explotadoras es la principal fuente del lenguaje especista en todos los casos. El ejemplo del lenguaje de la tauromaquia es muy ilustrador. Incluso entre personas que no solo no aprueban, sino que condenan la tauromaquia, es posible observar que usan metáforas taurinas: por ejemplo, estamos para el arrastre over las cosas desde la barrera. Esto no es algo espontáneo. Se necesita estructura y mucha influencia para lograr que incluso la gente que detesta la tauromaquia use su lenguaje. La tauromaquia está hoy en total decadencia, pero en su momento fue una industria muy influyente. Y, en parte, todavía lo es.  

Aunque por supuesto el ejemplo más claro de influencia del lenguaje de la industria lo encontramos en los sectores que explotan animales para la alimentación humana. Sin embargo, incluso en el caso de la naturaleza, encontramos que el lenguaje especista procede en gran parte de la industria de la caza, con su vocabulario economicista.

Joan Dunayer ya identificó en 2001 en los Estados Unidos al lenguaje de la industria como el origen del lenguaje especista. Se trata de un lenguaje que pretende justificar la explotación y que influye sobre la política y la academia, que promueven leyes e investigaciones influidas por este lenguaje, que a su vez influye sobre los medios de comunicación y estos sobre todos nosotros. No es de extrañar, la explotación de animales es central en el capitalismo, que prioriza los intereses industriales.

AVA. A lo largo del tiempo se ha ido generando un supremacismo de especie desde épocas prehistóricas de sociedades depredadoras hasta, por ejemplo, la capitalista. En uno de tus capítulos indicas que los varones prehistóricos inventaron las herramientas para matar, nos gustaría que desarrollases un poco más esta idea.

NURIA. Observad que la raíz del término capitalismo es capital, que en su origen se refería a cabezas de ganado, pues la acumulación de riqueza (capital) se empezó a medir en función de cuantas cabezas de ganado poseía la gente. Adam Smith y Karl Marx ya reconocieron que en el origen de la acumulación de capital está la acumulación de ganado. Pero el capitalismo no inventa el especismo. Este existe desde los inicios de nuestra relación agresiva contra la naturaleza y aquí es donde encontramos que los varones, aunque hoy sepamos no eran los únicos que cazaban, también lo hacían algunas mujeres, todo indica que eran los que dominaban la caza y, por tanto, fueron los que inventaron las armas.

Pero hoy sabemos que el mayor cambio se da con la agricultura, porque cuando nos sedentarizamos es cuando empezamos a explotar de forma más masiva a los animales, sumando la explotación intensiva a la extensiva, que había ya de por si creado una cultura de la violencia. A partir de aquí hay que justificar por qué hacemos esto. Existe una teoría que el sociólogo Donald Noel se inventó para hablar de los humanos y que luego David Nibert trasladó a los animales que se ha verificado históricamente. Esta teoría explica que las construcciones supremacistas y sus justificaciones, son a posteriori. Yuval Noah Harari también lo interpretó así en Sapiens: no es que la gente empiece a explotar animales porque los ve como seres inferiores, por un prejuicio, sino que construye teorías de su inferioridad a posteriori, construye los prejuicios para justificar su explotación.

AVA. Siguiendo en esta línea, háblanos de porqué el capitalismo es especista.

NURIA. El capitalismo es especista, pero el especismo no nace con el capitalismo. El capitalismo ya nace especista, lo que sucede es que el capitalismo optimiza el especismo a un nivel sin precedentes por la capacidad tecnológica así mismo sin precedentes que desarrolla. El capitalismo optimiza el número de animales que puede explotar, optimiza cómo los explota e incluso optimiza el número de especies que explota. Y dado que todo ello es gracias a la tecnología y esta se supone que es para el progreso, el capitalismo necesita una mayor justificación para tanta sangre y sufrimiento derramados entre la clase animal no humana. Al inicio de la Revolución Industrial algunos activistas animalistas vieron con optimismo los nuevos inventos que permitían, por ejemplo, reducir la tracción animal, como sucedió con mulas y con caballos que se utilizaban masivamente como motor de transporte. Para estos animales realmente hubo un cambio. Pero estos mismos inventos, y los de la farmacología capitalista después, permitieron mantener con vida una cantidad de animales en confinamiento y explotación sin precedentes e inimaginable hasta entonces. Esto es lo que aporta el capitalismo, la capacidad de multiplicar el número de animales explotados, las formas en cómo los explotamos y  la sofisticación en cómo lo hacemos.

No es tan difícil darse cuenta que estos seres vivos no han están aquí para servirnos (y sufrir por nosotros) y que si en su día los usamos esto no justifica volver a hacerlo, y mucho menos con las alternativas que la tecnología nos proporciona hoy.

AVA. La perfección de la necropolítica. Algunos ecologistas ven en esta crisis climática o civilizatoria la vuelta al uso de animales como herramientas de trabajo.

NURIA. A mí se me hace muy difícil entender estas posturas. Incluso si ello fuera ético, abogar por volver a la tracción animal es olvidar el horror de las calles de las ciudades hasta finales del siglo XIX, auténticos estercoleros públicos y caldo de cultivo de enfermedades por el enorme número de animales usados para moverlo todo: transporte público, comercial, privado. Si bien estos ecologistas incluyen una reducción de la población humana en sus visiones de futuro con animales para la tracción, el problema de la higiene no desaparece. Aunque por supuesto esto es un problema menor comparado con la cuestión ética y la mirada del mundo que entraña ver en los animales motores de tracción o fábricas de alimento. No es tan difícil darse cuenta que estos seres vivos no han están aquí para servirnos (y sufrir por nosotros) y que si en su día los usamos esto no justifica volver a hacerlo, y mucho menos con las alternativas que la tecnología nos proporciona hoy. Que estemos usando mal la tecnología no significa que no podamos usarla correctamente y debamos por ello volver al pasado pretecnológico.

AVA: Háblanos del engarce que hay entre la visión ontológica de lo animal y la deshumanización de otras humanas.

NURIA. El concepto de deshumanización es un tema muy estudiado desde disciplinas muy distintas, donde casi todo el mundo acaba describiendo la deshumanización como una forma de animalización. Deshumanización supone restar estatus humano a algunas personas, lo cual automáticamente significa hacerlas menos humanas y, por lo tanto, en la dicotomía que hemos construido desde la Antigüedad, más animales. Lógicamente para que ello tenga sentido antes debemos haber asignado al concepto de animal un valor denigratorio, y habernos separado de la animalidad, los humanos, como si no fuéramos animales nosotros también.

Pero en los estudios clásicos sobre deshumanización nadie se pregunta cómo hemos creado esta jerarquía, que permite animalizar a los humanos con efectos devaluadores. Obviamente la raíz de ello está en que necesitamos desvalorizar a los animales no humanos para poder justificar lo que hacemos con ellos. Si dejáramos de discriminar a los animales no humanos obviamente no acabaríamos con la discriminación humana de golpe, pero estaríamos debilitando de forma considerable al racismo y el sexismo, por ejemplo.

AVA. Es curioso el uso instrumental que se hace del término animal para deshumanizar. Goebbels ya lo hizo en su momento, el Ministro de relaciones exteriores del gobierno israelí Yisrael Katz lo ha hecho ahora con los Palestinos, o el propio Sartre cuando dijo refiriéndose al fascismo, “con las bestias no se dialoga”. Se ha usado desde cualquier ideología refiriéndose al animal como algo peyorativo.

NURIA. Sí y la cuestión tiene una complejidad añadida cuando hay colectivos discriminados implicados. Recordemos los carteles de “No somos animales” en las manifestaciones del movimiento Black Lives Matter. Cuando te han devaluado siempre en base a la animalización surge la necesidad de separarte del animal como concepto derogatorio, que te reconozcan que no formas parte de esa categoría inferior. Se trata de una estrategia comprensible, pero fútil y equivocada. Hay precisamente que deconstruir el dualismo humano-animal, no reforzarlo, si lo que queremos es dejar de discriminar en base a este dualismo.

AVA. En el capítulo del “lenguaje y la industria cárnica” hablas un poco de que hemos romantizado las palabras como agricultura, pesca, acuacultura, ¿qué función tendrían estos eufemismos?

NURIA. Son esenciales, porque le añaden la connotación de cultura a lo que es explotación y violencia de seres sintientes. Se trata de un entramado de términos que ocultan el daño, sufrimiento y muerte que causamos. Convertimos el cuerpo de los animales en productos alimentarios, pero lo enmascaramos para ausentar de nuestra vista la violencia que ello implica. El referente ausente del que habla Carol Adams es llamarle a la grasa de cerdo tocino o beicon o a la menstruación de la gallina huevos. Sin la ocultación que hace el lenguaje de lo que hay detrás sería más difícil consumir muchos de estos productos. Adaptamos el lenguaje para hacer tolerable lo que en crudo, sin maquillajes, es intolerable.

Aunque la cultura ha ido cambiando mucho y el nivel de tolerancia también: al inicio de los mataderos industriales en EEUU se hacían pases de visitas para lo que se consideraba no era un espectáculo de muerte sino de alta tecnología mecanizada, que permitía tratar y matar a tantos animales a la vez. El éxito de estas visitas fue inmenso al principio. En cambio, hoy en día si la gente visitara los mataderos nadie comería animales.

AVA. Esto me recuerda a la lucha de las empresas de productos veganos para que sus productos puedan llamarse por ejemplo leche a la leche de soja, beicon o no beicon, etc. por la imitación a los productos cárnicos o todo lo contrario, buscar otros nombres.

NURIA. Ahí tenemos dos visiones contrapuestas. Por un lado, están los que creen, con buenas razones, que la industria alimentaria basada en animales no debe tener el patrimonio de unas determinadas denominaciones. Y, por otro lado, están los que creen que no hace falta, e incluso es mejor, evitar todas esas denominaciones y la imitación de la cultura de la carne en la alimentación vegana. En el primer caso se busca una mayor penetración de mercado, no porqué se engañe al consumidor, como dice la industria cárnica y lechera, sino porque se le facilita al consumidor entender que está comprando. En el segundo, la penetración de mercado es mucho menor pero se consigue dejar de perpetuar el lenguaje de la cultura de la carne y por lo tanto se contribuye a romper con su forma de ver el mundo. No es un dilema fácil.

No solo es posible defender la naturaleza sin ser especista, sino que es imprescindible hacerlo para ser coherente con la vida que se dice proteger.

AVA. Hemos hablado de este tema, pero quieres añadir algo más sobre qué supone el término ecologismo para la opresión animal.

NURIA. El ecologismo defiende a algunas especies de animales solo, y únicamente por motivos instrumentales: por el equilibrio ecosistémico que creen poder reproducir a partir de proteger unos y no otros, para reducir la contaminación, porque son carismáticas, etc. Antes de que la ética animal estuviera tan extendida, si querías defender a los animales, el ecologismo parecía lo más próximo. Pero en realidad el ecologismo y la defensa de los animales han crecido en paralelo casi desde sus inicios. Si miramos el principio del ecologismo en los movimientos de EEUU para la conservación de los entornos naturales, encontramos que eran movimientos de los cazadores para poder seguir cazando. Los primeros defensores de los animales eran mucho menos  visibles que esos conservacionistas. Hoy en día ya no es así. Pero en estos momentos el ecologismo y la defensa animal parecen estar prácticamente enfrentados. Sin embargo, en mi opinión, ambos están condenados a entenderse. No solo es posible defender la naturaleza sin ser especista, sino que es imprescindible hacerlo para ser coherente con la vida que se dice proteger. Del mismo modo, no es posible ser antiespecista y no preocuparse por la ecología. Los alimentos rociados con productos tóxicos dejan un rastro de muerte en el campo.

AVA. El concepto del equilibrio ha calado mucho. En nuestro grupo, aunque somos todos antiespecistas, se generan grandes debates sobre la intervención o no. Hay también posturas desde el ecofeminismo que apuestan por el rewilding.

NURIA. Hay un ecofeminismo muy cercano a las culturas indígenas con economías de subsistencia, y una explotación animal por lo tanto de subsistencia, que lógicamente se ve como más tolerable, y ciertamente no tiene nada que ver con la explotación industrial. Pero que no sea igual de condenable no supone que sea la mejor solución disponible y que debamos promoverla. El tema del equilibrio se ha convertido en un dogma casi indiscutible hoy en día. Es interesante al respecto leer a los ecologistas críticos con temas como las especies invasivas. Nos cuentan que es imposible hacer una taxonomía de especies invasivas o no invasivas que tenga un mínimo de coherencia. Es todo un constructo humano. Forma parte de esta arrogancia humana de creer que podemos controlar a la naturaleza.

AVA. Otra palabra polémica es la de sacrificio.  Hablábamos justamente el otro día sobre los conceptos de eutanasia y sacrificio en la Ley de Bienestar animal. En tu texto indicas del  por qué  se habla de sacrificio en lugar de hablar de asesinato.

NURIA. Es una palabra muy práctica para la industria. Sacrificio implica que sabes que estás haciendo un daño, pero lo justificas con un bien mayor. Era lo que hacíamos en el pasado con los sacrificios de origen religioso, cuando lanzábamos humanos al fuego como sacrificio para que los dioses nos trajeran lluvias o victorias bélicas. Y por supuesto lo hacíamos con animales no humanos. Usar el término sacrificio para las matanzas que realizamos en mataderos o laboratorios de experimentación muestra que somos conscientes de que producimos un daño, pero lo justificamos de una manera utilitarista como un daño que nos genera un bien mayor. Sacrificamos millones de animales, pero es que con eso salvamosa más millones de humanos. Una de las peores formas de aplicar el utilitarismo.

AVA. Para ir finalizando, nos puedes explicar los tres tipos de supresiones lingüísticas que realiza la industria explotadora láctea. (Supresión de la sintiencia, supresión de la capacidad autónoma e individualidad y supresión de la existencia).

NURIA. Están todas muy vinculadas, esto procede de la tesis de María Carreras así que no abundaré en ello aquí porque la podéis entrevistar a ella. La supresión de la existencia se refiere a cómo invisibilizamos a los animales que explotamos. La supresión de la sintiencia se refiera no a que no sepamos que sufren, sino a todas las excusas que se arguyen para no reconocer que sufren (o que sufren de forma relevante). La supresión de la capacidad autónoma es muy interesante y ha sido tratada ampliamente por varios autores, como Jason Hribal. Los animales tienen capacidad de decisión y negar eso es simplificar su existencia y su sintiencia. Pero por supuesto que tienen capacidad de tomar decisiones autónomas. La autonomía que demuestran revelándose en los sitios donde los explotan es manifiesta: huyendo, gritando, oponiéndose, defendiéndose… Para la industria es esencial ocultar esta autonomía, porque causa enorme impacto en el público. Por eso cuando algún animal se escapa del zoo, por ejemplo, se le presenta cómo singular, como que era muy hábil y por eso se escapó, pero, en realidad, si pudieran, se escaparían todos.

AVA. Bueno la entrevista se ha acabado, pero si quieres añadir alguna cosa más.

NURIA. Decir que esto es un libro coral en el que hay 17 autoras y habría podido haber muchas más, cada vez hay más personas conscientes del daño que causamos a los animales y del papel del lenguaje en ello, lo cual es muy alentador. Tenemos que darnos cuenta que elecciones que parecen autónomas y libres, como el lenguaje, pueden en realidad estar tremendamente determinadas por una ideología que, en realidad, la mayoría de nosotras, sea cual sea nuestra ideología, rechazamos. Nos creemos libres y usamos cada día expresiones que justifican y perpetúan una realidad de sufrimiento que en realidad no apoyamos.

AVA. ¿Entonces el antiespecismo tiene que ser interseccional?

NURIA. Yo creo que sí. Pero no debe entenderse por ello que estemos obligadas a estar activas en todos los campos a la vez. Para mí la interseccionalidad de verdad significa que la defensa de una causa justa nunca se realice perjudicando a otra causa justa. No es posible defender la igualdad entre los seres humanos a costa de discriminar a los animales no humanos. No solo no es que no sea ético, es que no es efectivo. Y lo mismo sucede al contrario, por supuesto.

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