Recientemente, en un artículo de un diario digital, se entrevistó a un biólogo que afirmaba que había que matar al 30% de palomas de la ciudad de Barcelona. ¿La razón? Hay demasiadas, más de lo deseable en el imaginario ideal urbano[1].
Leer en la actualidad declaraciones que hablan de matar o exterminar es problemático, pero paradójicamente, si el discurso viene de un experto occidental, se establece como autoridad, aunque esas declaraciones puedan contravenir las normativas vigentes que protegen a los individuos sintientes con derechos.
Cabe recordar que aparte de la normativa actual, ya en la Declaración Universal de los Derechos Animales de 1977[2], se expone en su artículo 2 que: “todo animal tiene derecho al respeto y que el hombre, como especie animal, no puede atribuirse el derecho de exterminar a los otros animales o de explotarlos, violando ese derecho”. Y sigue: “todos los animales tienen derecho a la atención, a los cuidados y a la protección del hombre”.
A lo largo de la historia, la biología se ha entrelazado con diversas ideologías y movimientos sociales, a menudo de manera problemática, ya que conceptos biológicos han sido utilizados para justificar desigualdades y discriminar a diferentes grupos. Aunque ha contribuido a avances en el conocimiento, también ha sido instrumentalizada para justificar ideologías de opresión.
La ontología mecanicista cartesiana ha impedido reconocer la dignidad de los animales, dificultando su consideración ética por medio de prácticas y creencias extendidas mediante el colonialismo, que ignoran la importancia de la experiencia de los animales, y su sufrimiento. En tiempos donde la bioética, la filosofía y la etnografía multiespecie abordan las implicaciones éticas de las actuaciones humanas sobre los animales y la naturaleza, artículos como este ejemplifican cómo desde algunos campos de la biología se aplican hoy en día criterios que parecen no haber evolucionado desde el siglo XVIII.
ANTECEDENTES
Aunque ha habido avances significativos en la biología moderna, las estructuras de poder y los prejuicios históricos pueden influir todavía en la investigación científica y su interpretación.
En el mismo siglo XVIII, durante la Ilustración, la razón se convirtió en el indicador biológico para designar la superioridad de la especie Homo sapiens sobre el resto de las especies. También en aquel momento nació un complejo entramado que llevó al capitalismo a establecerse como economía hegemónica, cuyo impacto en todo el planeta nos ha llevado a la era geológica llamada Antropoceno[3] donde nos encontramos actualmente, así como en la sexta extinción masiva de especies[4]. En la cosmovisión humanista de los siglos posteriores, los animales quedaron igualmente excluidos de la comunidad moral.
La combinación de biología de carácter binario junto con el capitalismo ha condicionado la reproducción de la vida humana y no humana en el planeta Tierra.
Desde el inicio del siglo XXI, vemos algunos giros como el posthumano, el animal y el político que abogan por un entendimiento más ético y menos jerárquico de las relaciones entre seres humanos y otras especies. El posthumanismo, supone una ruptura epistemológica respecto a cómo entendemos lo social, cultural y natural, cuestionando estos binarismos occidentales y nuestra relación con los no humanos, promoviendo la inclusión de subjetividades y experiencias de la otredad.
Aunque en Occidente persiste la idea de que nuestra especie es superior a cualquier otra, algunos pensadores contemporáneos, como Sloterdijk[5], cuestionan la idea humanista de «hombre». Sloterdijk afirma que el humano es un ser orgánicamente desvalido, sin órganos capaces de adaptarse al medio ambiente. No tiene, como otros animales, órganos «especializados», lo que le obliga a convertirse en un «ser cultural», creando así un medio ambiente artificial civilizado. Así pues, para Sloterdijk, lo que llamamos «cultura» es el resultado del distanciamiento de la naturaleza (Sloterdijk, 2012).
Marta Segarra[6], en un encuentro con Donna Haraway nos deja esta reflexión:
Genocidios, extinciones, depredación, destrucción, holocausto, ocurren y no desaparecerán en la era del Capitaloceno, tal como lo piensa Haraway mientras atravesamos la era geológica del Antropoceno. Por eso la idea crucial, retomando el profundo planteo de Ana Tsing que atraviesa su pensamiento, es “cultivar las artes de la vida en un planeta dañado” (p.57), frente al goce o la jouissance depredatoria: “crear espacio para lo que todavía queda”, resistiendo al hiperextractivismo del capitalismo contemporáneo, mediante prácticas fuertes en un cohabitar cuidadoso, responsable, responsivo, afectado y vital desde todos los vínculos que podamos establecer en y con el planeta: “devenir-con de manera recíproca en respons-habilidad” (Haraway, 2019, p.193), lo cual implica la capacidad de dar respuesta, de asumir obligaciones no pedidas por haberse encontrado con otra criatura, humana o no humana…(Haraway y Segarra, 2020).
La teoría de la evolución sostiene que todos los seres vivos de la Tierra provenimos de un solo ancestro común: microorganismos de los que se especula existieron en fuentes termales hace unos cuatro mil millones de años. Sin embargo, existen ciertos grados de consideración; no todas las especies son percibidas de la misma manera por la sociedad humana.
Si hay una especie que esté siendo demonizada, es la paloma. Su consideración ha sufrido un declive en los últimos tiempos, ya que, hasta finales del siglo XX, las palomas eran bien recibidas en las grandes ciudades. En la ciudad de Barcelona, la plaza Cataluña era un lugar de encuentro frecuentado por familias que se juntaban los domingos para alimentarlas.

OfotoRey Imagen de Amsterdam, La plaza dam y Niño
Una de las razones clave de su presencia masiva en dicha ciudad parece que se remonta a 1929, cuando Manuel Ribé, jefe de la Guardia Urbana de Badalona, introdujo una colonia de palomas en el centro de Barcelona con motivo de la Exposición Internacional. Inspirado por otras capitales europeas, Ribé veía a las palomas como un símbolo de modernidad y cosmopolitismo, ya que había observado palomas en las fotografías de otras ciudades europeas en anteriores exposiciones.
La paloma bravía (Columba livia), ha acompañado al ser humano desde hace miles de años. Estas aves fueron domesticadas en el Oriente Medio hace unos cinco mil años, y en el 3.000 a.C., los egipcios fueron los primeros en emplear a las palomas como herramienta de comunicación entre las distintas ciudades del Imperio faraónico. Los marinos griegos anunciaban su llegada con estas aves y los árabes instalaron un sistema de palomares desde El Cairo hasta Bagdad.
Los romanos fueron los primeros en reclutar a las palomas para intervenir en la guerra. Y también sirvieron en las cruzadas, en la guerra de Flandes y en las guerras napoleónicas. Ya en la Edad Media, y sobre todo en los siglos XVIII y XIX, se utilizaron para enviar mensajes cifrados a largas distancias.
En las primeras décadas del siglo XX, en Barcelona había palomares en los terrados. En aquella época, uno de cada cuatro terrados de la ciudad tenía un palomar. Durante la Guerra Civil y en los años posteriores, el número de individuos se redujo drásticamente. Su uso persistió hasta que fueron reemplazadas por el telégrafo y otros avances en las telecomunicaciones.
En los años setenta, el éxodo rural humano hacia las ciudades y la proliferación de edificios altos, ofrecieron espacios ideales para anidar y su población comenzó a aumentar significativamente. Hoy en día, muchas de las palomas urbanas son una subespecie semidoméstica (Columba livia domestica), resultado de la intervención humana. Debido a esta adaptación, toleran la presencia humana y se reproducen fácilmente en ambientes urbanos.
También fueron utilizadas como animales de consumo en algunas culturas y no parece existir historiografía que demuestre que hayan provocado una pandemia, como si ha ocurrido con el Covid-19, el SARS o el virus de la gripe porcina, todas ellas provocadas por el consumo humano de animales. Según la Universidad de Basilea[7], entre 1941 y 2003, solo ha habido 176 casos documentados de zoonosis causadas por palomas en todo el mundo.
Aun así, aunque los patógenos pueden transmitirse en ambas direcciones: transmisión zoonótica y zoonosis reversa, suelen darse en dirección ave-humano en entornos humanos (granjas, mascotismo aviar, mercados, instalaciones, adaptación a hábitats con otras especies…) porque ahí es donde la interacción es más frecuente. Instrumentalizar y explotar animales, puede aumentar el riesgo de contagios y eso no convierte a los animales explotados en animales potencialmente infecciosos, si no obligados a habitar entornos humanos.
En la actualidad, el concepto de éxito social, desde una perspectiva neoliberal, se halla estrechamente vinculado a una cultura gastronómica carno-falogocéntrica. Jacques Derrida señaló que los términos carno-falogocentrismo y virilidad carnívora subyacen en la construcción de la autoridad política occidental, encarnada en la figura del hombre-varón que se concibe a sí mismo como racional, y cuya racionalidad se manifiesta simbólicamente a través del sacrificio de la carne. (González, 2016:7).
Esta lógica también sostiene una visión idealizada del medio rural tradicional, presentado como depositario de valores esenciales y conservadores.
Si bien hoy en día, al menos en Occidente, la paloma ha dejado de considerarse animal de consumo, el hábito de ingerir carne sigue profundamente arraigado tanto en lo cotidiano como en lo simbólico. Su asociación con ideales de poder, virilidad y estatus convierte cualquier intento de cuestionamiento en una amenaza percibida hacia valores profundamente naturalizados, lo que dificulta su deconstrucción crítica.
Así que, podríamos resumir que la preocupación por las enfermedades y la salud pública no es un problema cuando las palomas se usan para consumo humano, cuando salvaban vidas en tiempos de guerra[8] o cuando se valoraban los palomares en los tejados.
DISCURSOS DE ODIO TRANSESPECIE
En cuanto al constructo que subyace en esta mirada actual hacia las palomas, Hannah Arendt subrayó el poder del lenguaje en la construcción de discursos de odio que también puede aplicarse a otras especies. Estos discursos se construyen a partir de una serie de elementos que fomentan la hostilidad o la discriminación hacia un grupo específico de individuos. Presentar a un grupo o colectivo como inferior o como una amenaza, junto con la construcción de narrativas hostiles y prejuiciosas, contribuye a una percepción negativa, sesgada y de desprecio, que justifica la violencia y el rechazo (Wagon, 2022).
Esto incluye una crítica a la idea de «plaga» o “especie invasora”, como conceptos problemáticos que a menudo no contemplan la complejidad de los individuos y de los ecosistemas y no se ciñen a la definición del mismo concepto:
Una plaga se define como una población de organismos que se multiplica y se desarrolla de manera descontrolada, causando daño o perjuicio a los cultivos, ecosistemas, o la salud humana y animal. Por otro lado, una especie invasora es aquella que se introduce en un ecosistema fuera de su hábitat natural y se establece en él, causando efectos adversos en el medio ambiente, la economía o la salud humana. Para poder llamar plaga o especie invasora a una especie, esta debe presentar unas condiciones que no parecen encajar en el caso de las palomas, al menos no en la mayoría de los casos.
Denominar a una especie “plaga” o “especie invasora” cuando no lo es, es violento. Lo que nombramos tiene importancia, puesto que el lenguaje no es solo un medio de comunicación, sino también una herramienta que influye en los discursos y prácticas sociales que contribuyen a la perpetuación de desigualdades. Así pues, el discurso de odio contra algunas especies no es biología, es un constructo violento que usa dicha ciencia para justificar la prevalencia de algunas especies sobre otras.
Otra idea central en el pensamiento de Hannah Arendt fue el concepto de la banalización del mal, el cual se produce cuando personas ordinarias cometen atrocidades como práctica cotidiana y aceptada. En el caso que nos ocupa, la normalización de la persecución o exterminio de estas aves puede ser vista como un acto inofensivo por parte de la sociedad humana, justificando la violencia como una medida de control. El mal puede manifestarse de manera sistemática e individuos «normales» pueden convertirse en perpetradores de actos violentos que dejan de cuestionar sus acciones.
Por si todo este constructo de odio no fuera suficiente, se implementan políticas agresivas para controlar a la población, como pueden ser la caza, el envenenamiento o la gasificación. También son objetivo de la arquitectura hostil, que es aquella arquitectura que evita que la otredad ocupe espacios en las calles de nuestras ciudades y está destinada principalmente a las personas en situación de sintecho. No es difícil ver en algunos portales y escaparates formas metálicas que persuaden de sentarse o tumbarse.
Además de las personas que viven en situación de sintecho, otras especies también se encuentran en situación de calle y de vulnerabilidad, como los gatos comunitarios, los perros comunitarios (sobre todo en el Sur Global) y las palomas. Estas especies tienen en común que fueron domesticadas e instrumentalizadas por la mano humana y luego abandonadas a su suerte, luchando cada día por su supervivencia. Aparte de la violencia física, también sufren la violencia estructural e institucional porque, además de todo lo mencionado, el cuidado y control de todas ellas, son competencia de las administraciones locales por ley en España.
Para los animales en situación de vulnerabilidad, también existe la arquitectura hostil, por ejemplo, los pinchos disuasorios que se usan en las cornisas que pueden herir a las aves gravemente, a pesar de que existen otros métodos más amables en el mercado.

Simon Reza (unsplash)
Según John Rawls, una sociedad justa debe proteger primero a los más vulnerables. (Rawls, 1971). Domesticar una especie para después dejarla en situación de calle tras la pérdida de su hábitat y sus vínculos, además de construir un discurso de odio a su alrededor para justificar su exterminio cuando no podemos sacar rédito de su existencia, pone en una situación vulnerable y de desamparo extremo a las palomas. Y deberían ser merecedoras del cumplimiento de las normativas de bienestar animal vigentes que las amparan en esta situación.
Si hablamos de justicia social, Nussbaum propone reconocer el bienestar de los no humanos como un aspecto fundamental de la ética contemporánea: “la emoción de la compasión supone pensar que otra criatura está sufriendo apreciablemente y que tiene muy poca (o ninguna) culpa de ese sufrimiento”. Según Marta Nussbaum, la dignidad no es exclusiva del ser humano y causar sufrimiento de manera intencional o consciente es reprensible (Nussbaum, 2006).
Lejos de justificar la existencia de una especie únicamente por lo que aporta a la humanidad, es fundamental reconocer el valor intrínseco de la vida de todo individuo. Las palomas son una parte integral de los ecosistemas, y revalorizar su presencia implica reconocer su importancia a nivel colectivo; desempeñan un papel ecológico esencial en la dispersión de semillas y el reciclaje de nutrientes. La investigación en etología demuestra que las palomas tienen comportamientos complejos y sociales, lo que puede contribuir a una mejor comprensión de su vida emocional. No es necesario romantizar su monogamia para ajustarla al ideario binario occidental, sin embargo, parece que sus vínculos son fuertes y duraderos.
En vista de lo observado, podríamos afirmar que la relación entre humanos y palomas refleja un sesgo de dominación, jerarquización y explotación de los cuerpos de animales (mujeres, personas racializadas, diversas corporalidades disidentes) en relación con el ideal hegemónico y que se encuentran situados en los peldaños más bajos de la escalera que describe la lógica de dominación propuesta por Karen Warren[9]. La mentalidad falocrática opera aquí, al activar un mecanismo de violencia contra las palomas que, siendo criaturas inofensivas, se convierten en un reflejo de la necesidad de afirmación de poder en un contexto social que valora la dominación.
CONCLUSIÓN:
Como conclusión, a lo largo del tiempo hemos utilizado a las palomas de diversas maneras: fuente de alimento, medio de comunicación, animal ornamental e incluso como símbolo de paz en algunas culturas. Han resistido este proceso evolutivo de la misma manera que lo hemos hecho los humanos; las hemos extraído de sus hábitats y, a pesar de ello, se han adaptado con notable éxito a las circunstancias y constructos sociales, según el momento histórico, incluido el actual. Su capacidad de sobrevivir sin intervención humana se evidenció durante la pandemia de covid-19.
Desarrollar una ética de cuidado y compasión hacia todos los seres sintientes y los animales no humanos puede fomentar un mayor compromiso con la justicia social en general. La dignidad y la vulnerabilidad deben ser priorizadas, promoviendo un florecimiento sin discontinuidades entre lo no humano y lo humano.
Es fundamental cuestionar conocimientos en biología, ecología, psicología, filosofía y sociología para comprender mejor la relación entre humanos y no humanos. Esto nos permitirá desarrollar políticas de gestión más éticas y seguir reflexionando sobre estas influencias para avanzar hacia una ciencia y una sociedad más inclusivas. El objetivo debe ser reducir el sufrimiento de los animales, al mismo tiempo que respetamos la complejidad de los ecosistemas y el impacto de las acciones humanas sobre ellos. Es necesario resignificar el vocabulario y las asociaciones que hacemos y habitar otras maneras de nombrar lo que nos rodea y promover una comunicación que refleje la diversidad y complejidad de las realidades con las que coexistimos.
No solo es esencial llevar a cabo una deconstrucción entre aquello dado y aquello construido, así como de los conceptos y discursos hegemónicos, sino también reconocer la violencia epistémica que se ha gestado en el seno humanista. Esto nos permite proponer de manera afirmativa otras formas de actuar y habitar el mundo y repensar una ética del cuidado y la responsabilidad desde una perspectiva postantropocéntrica y ecosófica, puesto que estamos todos interconectados en un encuentro de entidades (humanas, no humanas y artificiales), en coconstitución[10] y coevolución.
Lo que proponemos aquí es pensar lo multiespecie, no solo para llamar fenómenos, prácticas y saberes relacionales que han resistido el neoliberalismo actual, sino también como una vía para explorar nuevas posibilidades de relacionalidad de acuerdo con el Antropoceno. Aplicar la teoría de Rawls a las palomas proporciona un marco ético que reconoce su bienestar como parte fundamental de una sociedad justa. Esto nos impulsa a tomar decisiones y crear políticas que no solo beneficien a los humanos, sino que también consideren la situación de los animales, fomentando así una convivencia armoniosa y equitativa. Es esencial respetar las formas de vida y contrarrestar las fuerzas antrópicas que han llevado a las catástrofes que sufrimos hoy en día y repensar lo no humano, para construir comunidades más inclusivas.
Por último, la naturaleza humana se define por su relación entre especies; la interdependencia entre especies forma parte de una diversidad interespecie. Reflexionemos sobre lo que defendemos colectivamente, adoptando una mirada crítica para detectar dinámicas violentas y adoptando una mirada compasiva y curiosa para crear formas de reparación.
Crédito ilustración de portada: Roger Olmos
Bibliografía:
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Ceballos, P.R. Ehrlich, & R. Dirzo, Biological annihilation via the ongoing sixth mass extinction signaled by vertebrate population losses and declines, Proc. Natl. Acad. Sci. U.S.A. 114 (30) E6089-E6096, https://doi.org/10.1073/pnas.1704949114 (2017).
Derrida, J. (2002). The Animal That Therefore I Am (More to Follow), (trad. David Wills), Critical Inquiry, 28(winter), 369-418. Derrida, J. (1999). L’animal autobiographique, M.L. Mallet (ed.). Paris: Galilee. 30
Derrida, J. (2003). And Say the Animal Responded? (trad. David Wills), in C. Wolfe (ed.)., Zoontologies: The Question of the Animal, (pp. 121-146). Minneapolis: University of Minnesota Press.´
Haraway, D. y Segarra, M. (2020). El mundo que necesitamos.Donna Haraway dialoga con Marta Segarra. Barcelona: Icaria.
González, A. (2016). Una lectura deconstructiva del régimen carnofalogocéntrico. Hacia una ética animal de la diferencia. Daimon. Revista Internacional de Filosofía, 69, 125-139. https://doi.org/10.6018/daimon/221121
Moya, R. (2024, March 22). Cher Ami, la paloma mensajera que en tiempos de la Gran Guerra salvó a 194 soldados. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/mascotas/20240322/9577754/cher-ami-paloma-mensajera-tiempos-gran-guerra-salvo-194-soldados.html
Nussbaum, M. (2006). Fronteras de la justicia: discapacidad, nacionalidad, pertenencia a especies. Prensa de la Universidad de Harvard.
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Sloterdijk, Peter (2012). Has de cambiar tu vida. Sobre antropotécnica, Editorial Pre-Textos, Valencia.
Vásquez Rocca, A. (2012). Peter Sloterdijk: Has de cambiar tu vida; prácticas antropotécnicas y constitución inmunitaria de la naturaleza humana. Universidad Andrés Bello – Universidad Complutense de Madrid. https://www.observacionesfilosoficas.net/sloterdijk-hasdecambiartuvida.htm
Wagon, M. E. (2022). El mal y el uso de la metáfora en la obra de Hannah Arendt. Cuadernos Del Sur Filosofía, (50), 100–118. Recuperado a partir de https://revistas.uns.edu.ar/csf/article/view/3842
Notas
[1] https://www.vilaweb.cat/podcast/coloms-barcelona-santa-eulalia-pere-alzina/
[2] https://www.filosofia.org/cod/c1977ani.htm
[3] Crutzen, P. J., & Stoermer, E. F. (2000). The «Anthropocene». Global Change Newsletter, 41, 17–18.
[4] https://www.pnas.org/doi/full/10.1073/pnas.1704949114#bibliography
[5] https://www.observacionesfilosoficas.net/sloterdijk-hasdecambiartuvida.htm
[6] Haraway, D. y Segarra, M. (2020). El mundo que necesitamos.Donna Haraway dialoga con Marta Segarra. Barcelona: Icaria. Publicación resultante del ciclo de debates bajo el mismo nombre, organitzado el 2018 por el Centre de Cultura Contemporàniade Barcelona (CCCB) que recoge el diálogo entre Donna Haraway y Marta Segarra.
[7] https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/15066331/
[8] https://www.lavanguardia.com/mascotas/20240322/9577754/cher-ami-paloma-mensajera-tiempos-gran-guerra-salvo-194-soldados.html.
Sirviendo con el Servicio Nacional de Palomas, durante la Segunda Guerra Mundial, una paloma llamada Commando llevó consigo mensajes confidenciales y realizó más de noventa viajes a la Francia ocupada por los alemanes,
[9] Warren, Karen (1997), El poder y la promesa de un Feminismo ecológico, en Agra, María Xosé (comp.), Ecología y feminismo, (pp. 117-146), Comares, Granada.
[10] Me tomo la licencia de usar el término coconstituir junto, ya que Donna Haraway lo usa sin guión en sus textos.