Hoy, hacer parientes o establecer parentesco con los otros animales no debería ser extraño, incluso aparece terminología para nombrar vinculaciones de parentesco que derivan de las relaciones actuales, términos como “kinnovator” de Skurnick, referido a la persona que crea un tipo de familia no convencional e innovador. Con la nueva terminología se abre el horizonte del parentesco para incluir a los otros animales y ahí radica lo innovador: en el reconocimiento y la inclusión. Es tiempo de cuidar mejor a los “individuos-como-ensamblajes” y no como especies separadas, porque “todos los seres comparten una “carne” común, paralelamente, semióticamente y genealógicamente”, explica Haraway.
Cualquier persona puede decidir adoptar bajo epítetos como “mascota” (término absolutamente discriminatorio e inaceptable porque un animal no es un objeto que trae ‘suerte’) o “animal de compañía” (inadmisible porque indica utilitarismo por ser un animal para algo que beneficia a les humanes). Pero raras veces a ese otro animal se le denomina “de familia” (señala una posición de propiedad de la humana, aunque puede aceptarse ese “de” porque es incluyente) o “animal conviviente” (con el cual se cohabita y se suma a les otres cohabitantes). Aunque, más extraño todavía es que se le denomine “refugiade”, que en la realidad compartida es lo que es, puesto que de seguir en el espacio público sin ser responsabilidad de alguien, ese animal será linchado, torturado, apartado, no deseado, en definitiva catalogado como un resto indeseable. Incluso si es adoptado, ocurre con demasiada frecuencia que ese animal deviene despreciable, un estorbo para el adoptante cuando ha de realizar una mudanza de domicilio, con la llegada de un descendiente a la familia, con el cambio de país o por el motivo que sea. Situación que evidencia que el parentesco por afinidad, que es el que se crea con los otros animales decidiéndolo ambas partes, aunque la humana tenga más responsabilidad y poder de decisión que la no-humana, ese tipo de parentesco no se da con la adopción, sino que es un proceso cuyo desarrollo se produce, o no, con la convivencia. En situaciones de rechazo, pues, ya no hay lugar para el otro animal en el contexto que lo albergó simulando ser una familia para él. Ahora el ensamblaje se rompe y el otro animal vuelve al desamparo inicial. La diferencia es que durante un tiempo ese otro animal percibió que tenía una familia humana, o así se lo hicieron entender, pero esta nunca existió.
Otra cuestión relevante es tratar algunas definiciones clarificadoras acerca de cómo se plantea el parentesco y cómo se aplica a los otros animales. Se habla de familia pero ¿qué es una familia? Según la Real Academia de la Lengua en la primera de sus definiciones dice: “Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”. Cuando se refiere a “personas” (incluimos a los otros animales a partir de la definición de ‘persona’ de Locke, por la cual se les atribuye relevancia moral, es decir, derechos). Entonces según lo anterior, un animal conviviente o refugiado “es familia”. Pero familia ¿de qué tipo? Es una familia multiespecie con relaciones interespecies porque aglutina a personas de especies diferentes que cohabitan en el contexto de lo que denominamos un “hogar” (espacio de tranquilidad y seguridad que reúne a los integrantes de la familia, diferente de “casa” que refiere solo la vivienda física). De ahí deriva que el reconocimiento de los animales convivientes como miembros de la familia posibilite una nueva dimensión en el estudio de esta. La incorporación de un animal no-humano a la familia supone tanto una adecuación del otro animal a las normas preexistentes como una reestructuración del antiguo sistema familiar para permitir y facilitar la incorporación. En este proceso, el animal conviviente o refugiade desarrolla un rol activo junto con los demás miembros de la familia, porque todes han de adecuarse a las transformaciones familiares y porque todes tienen necesidades que han de ser atendidas en el contexto del hogar y fuera de él. Si el otro animal es familia, es injustificable cualquier argumento que intente explicar el abandono, maltrato o asesinato de modo similar a como acontecería con cualquier miembre humane del grupo, lo contrario es especismo.
Power investigó el modo en que los perros logran incorporarse a las familias humanes y planteó la noción de una “familia humano-perro” o “familia más que humana” que se sostiene en una doble tendencia: por un lado, la adecuación de los perros hacia las expectativas humanas de comportamientos apropiados para la familia y el hogar. Por otro lado, los esfuerzos de los participantes para incluir a los perros como personas en las rutinas y prácticas diarias, sumado al carácter único y la agencia de los perros como organizadores activos de la forma de la familia en el día a día. Es decir, la incorporación del otro animal implicaba que todes debían adaptarse a un nuevo rol y forma de actuación. Por su parte, Serpell señala que no solo se considera a los otros animales como miembros de la familia sino que, además, les humanes buscan activamente mantener esa relación y realizan considerables esfuerzos emocionales y financieros para mantenerla. Obviamente, los otros animales también se esfuerzan por adecuarse a los requerimientos de sus responsables familiares, tal como lo desarrollaría un descendiente humane. La química que enlaza a la gente con sus animales de familia, convivientes o refugiades, crea un apego emocional que ayuda a explicar por qué los otros animales significan tanto para tanta gente, y da legalidad al modo en que han llegado a ser considerades como miembres de la familia, afirma Sable. Para aquelles que respetan, son justes y empatizan con los otros animales no existe ninguna diferencia entre crear entrelazamientos familiares con humanes o con no-humanes porque la comprensión del parentesco es irreductible a la cuestión de la especie. Además, desde la perspectiva posthumanista, se acaba el privilegio de les humanes para señalar quien es o no familia puesto que, la humane, no es más que una de las muchas especies que habitan el planeta aunque, quizás, la peor de todas.
Referencias:
– Haraway, D. 2016. Staying with the Trouble: Making Kin in the Chthulucene. Durham: Duke University Press.
– Power, E. 2008. Furry families: making a human-dog family through home. Social & Cultural Geography, 9 (5), 535-555.
– Sable, P. 2013. The pet connection: an attachment perspective. Clinical Social Work Journal, 41 (1), 93-99.
– Serpell, J.A. 1996. In the company of animals: A study of human-animal relationships. Cambridge: Cambridge University Press.
– Skurnick, L. 2015. That Should Be a Word. New York: Workman Publishing.
– Reig, E. S. 2015. Sobre la paraula “mascota”