Las bonobas (Pan paniscus) son la especie menos estudiada del grupo de los grandes simios. En principio, fueron consideradas como una subespecie de las chimpancés (Pan troglodytes), y han sido las grandes ignoradas en las diferentes ramas del estudio de los primates hominoideos (Hominidae). Se ha atribuido esta falta de interés al hecho de que, como especie, fue categorizada de forma tardía por el zoólogo alemán Ernest Swarz en 1929, lo que justifica que los estudios sobre su comportamiento en libertad sean relativamente recientes. En la actualidad, la idea general que se tiene de las bonobas es que son una especie de chimpancés “hippies” que se pasan el día realizando prácticas sexuales, mientras que las chimpancés son consideradas nuestras “parientes” evolutivas más cercanas. Sin embargo, ¿qué más ocurre detrás de esta desidia en el estudio de las bonobas?
En las siguientes líneas pretendemos hacer una reflexión sobre las diferencias en el estudio de ambas especies de primates, sobre cuál es el trasfondo y cuáles son las repercusiones en los trabajos acerca de la evolución en la especie humana.
Antropología y Evolución humana
El paleoantropólogo Louis Leakey propuso a las chimpancés como modelo para trazar y comprender la evolución humana, ya que tanto chimpancés como bonobas son primates hominoideos que forman parte de la tribu hominini junto con las humanas.
Una particularidad del hábitat de ambas especies de Pan, es que las chimpancés habitan las selvas, bosques y sabanas del África central y occidental, pero las bonobas viven exclusivamente en el margen izquierdo del río Congo en la República democrática del Congo.
“Cómo son los Bonobos” ONG Friends of Bonobo (Lola ya Bonobo)
Estudio de la tribu hominini. Ancestra común
Las humanas, las chimpancés y las bonobas compartimos una ancestra común de la cual evolucionamos las tres especies. Hace unos 7 millones de años (Ma.) las humanas y los linajes de chimpancés y bonobas divergieron en dos especies diferentes. Posteriormente, las bonobas y las chimpancés se separaron hace unos 1,8 Ma. formando la subtribu Pan (Takemoto et. al, 2015) Yousaf et al., 2021; Almecija et al., 2021), quedando las bonobas como única especie habitando el margen izquierdo del rio Congo. Ambas han desarrollado características físicas y comportamentales diferentes pero las dos comparten el mismo porcentaje de genes con las humanas (98,7%), aunque los últimos estudios indican que el genoma de las bonobas está incluso más cercano a las humanas que el de las chimpancés (Kuhlwilm et al., 2019; Mao et al., 2021). Además, un estudio que compara el sistema muscular de las bonobas con el de las humanas revela que están estrechamente unidas (Diogo et. al, 2017). Pero es un estudio de Liran Sumi de 2022 que afirma de forma empírica que, si bien es cierto que las humanas combinan características de ambas especies, dada la capacidad de elegir comportarse pacíficamente, las humanas tienen un comportamiento más cercano a las bonobas. En definitiva, los muchos años de investigación de la evolución de las humanas, las chimpancés y menos de la bonobas demuestran una evolución en mosaico de las tres especies, tanto en el ámbito molecular como en el anatómico. Sin embargo, gran parte de las líneas de investigación en evolución humana se han centrado en comparar el comportamiento de las chimpancés y las humanas sin contar con las bonobas. ¿Cuáles son los argumentos para justificar que no se tengan en cuenta esta especie a pesar de la evidencia?
1. Las sociedades humanas occidentales se asemejan a la organización social de las chimpancés: tanto en el ámbito académico, como en múltiples trabajos divulgativos se muestran ciertos aspectos concretos de la estructura social de las chimpancés que se asocia al comportamiento de las sociedades humanas occidentales. Se tiende a resaltar ciertas características de las sociedades chimpancés como son sus conflictos, su violencia, las coaliciones, y las guerras entre clanes. Así, es fácil ver un reflejo claro de estos comportamientos con los de las humanas en las sociedades occidentales. Las chimpancés son primates territoriales con una organización social patriarcal, donde los machos están constantemente en tensión, siempre inmersas en coaliciones y alianzas a favor de quienes tienen el poder o para arrebatarlo, y perpetrando escaramuzas con otros clanes por territorio y recursos. De forma intencionada se nos compara con ellos remarcando estos aspectos como algo que los une a la especie humana. Igualmente se obvia que, dentro de esa estructura social del chimpancé, también hay espacio para sentir el dolor ajeno y la moralidad (reciprocidad y empatía) como muestra un trabajo reciente de Alessandra Mascaró et. al, (2022) que describe cómo las chimpancés en libertad curan las heridas de sus compañeras de clan y las de sus crías.
2. Las sociedades occidentales humanas son lo opuesto a las sociedades bonobas: las bonobas viven en una organización social matriarcal, donde las hembras tejen alianzas con otras hembras para mantener la cohesión del grupo y cuyo principal objetivo es la protección y buen desarrollo de las crías (hijas y también nietas) que están altamente protegidas. Con su comportamiento pacífico y sus juegos, donde de las hembras ascienden en su posición social debido a su experiencia (por su edad).
Parece que el comportamiento cooperativo y pacífico interesa menos relacionarlo con nuestras sociedades y los preceptos neoliberales de competitividad, lo cual responde a los requerimientos de las estructuras occidentales patriarcales, capitalistas, donde entendemos como comportamiento natural e inevitable (la esencia humana) la agresividad, los conflictos, las traiciones y alianzas en búsqueda de arrebatar del poder por la fuerza. En este contexto, no es de extrañar que se presente como intrínseco en el ser humano la intención de someter y violentar sin tener en cuenta las presiones ambientales, sociales, económicas y políticas que influyen en la capacidad de elección. No interesa asumir como inherente a la condición humana la cooperación, la empatía y la evitación de conflictos ya que esto no supone un beneficio al sistema de opresión, puesto que desmonta privilegios y resta eficiencia en la lucha darwinista (solo ganan los más fuertes) en una sociedad altamente competitiva como la sociedad occidental.
¿Podemos afirmar que está peor valorada una sociedad de primates cooperativa, pacífica y altruista que evita el conflicto y cuya estructura social no está sometida a la violencia? Realmente parece no interesar comparar evolutivamente a las bonobas con las humanas y presentarnos como semejantes a otras simias pacíficas que perfectamente podrían parecerse a nuestra ancestra común. Qué mejor solución que presentar a una especie como las chimpancés, de las que solo se expone su agresividad y competitividad como fiel reflejo del neoliberalismo imperante.
En las escuelas hemos estudiado que las especies compiten entre sí por la supervivencia, más aún en las universidades de ciencias, donde se tiende a ignorar o a minimizar el aspecto ambiental, social y cultural de las especies. Pero, tal y como apuntó Priotr Kropotkin en “El apoyo mutuo. Un factor de evolución”, en 1920 se interpretó a Darwin de manera enrevesada: representando el mundo de los animales solo como un mundo sangriento donde el único objetivo es la lucha por exterminar al semejante, cuando en realidad, Darwin matizaba en su teoría de la evolución de las especies que la competencia se daba en áreas saturadas de vida animal donde los recursos escasean. Según Priort la selección natural busca continuamente medios para evitar la competencia y fomentar la ayuda, ya que la cooperación crea mejores condiciones de supervivencia. La ayuda mutua, sin embargo, no está reñida con la teoría de la selección natural. Solo pretende dar valor a la importancia de la adaptabilidad de la cooperación. Muchas autoras han investigado y defendido el importante papel de la cooperación y el altruismo en los grupos de animales, incluidas los grupos humanos. Han sido varias investigadoras quienes han indagado y escrito extensamente sobre el altruismo y la empatía en el reino animal, lo que incluye a los seres humanos. Sus trabajos han contribuido a nuestra comprensión de cómo estas características se han desarrollado a lo largo de la evolución y cómo pueden influir en nuestras sociedades (Frans de Waal, Sara Hrdy, Robert Sapolsky, Vanesa Woods y Edward O. Wilson. Este último en su obra, Génesis. El origen de las sociedades (2020) describe las diferentes organizaciones sociales, desde las más sencillas a las más complejas por número de individuos y las relaciones entre ellos, desde la interacción casual a la eusociabilidad en todas las especies y la importancia de la selección de grupo en el origen de las sociedades humanas. En este brevísimo repaso a las corrientes de conocimiento sobre la evolución bajo otros principios diferentes a las luchas salvajes por la supervivencia del más apto, podemos reconocer a la especie humana en su propia animalidad y establecer nuestra indisoluble conexión con el resto de animales del planeta.
Con estos supuestos, la organización social de las bonobas no debe parecer tan extraña. Las bonobas con sus alianzas hembra – hembra consiguen una sociedad igualitaria donde todas tienen acceso de forma organizada a los recursos, y las tensiones y los conflictos que puedan surgir se resuelven mediante el sexo (conducta que se utiliza como herramienta social) entre hembras, machos y hembras y también entre machos. Pudiendo poner en juego la agresividad, y teniendo una buena constitución física para ello, prefieren evitar la violencia (Moscovide et al., 2019). Frans de Waal, en El bonobo y los diez mandamientos (2014), defiende como hipótesis que las bonobas y las humanas somos más parecidas de lo que nos hacen creer. De Waal evita el determinismo biológico al no reducir el comportamiento moral al instinto y propone que las que distintas organizaciones sociales conllevan la adaptación de los patrones de interacción (cultura). Por lo tanto, las bonobas muestran capacidad de decisión y eligen hacer lo mejor para el grupo.
Un ejemplo, de la clara polarización androcentrista de las diferentes disciplinas académicas, se ve reflejada en esta anécdota que relata de Waal en su libro “El mono que llevamos dentro” (2005):
“Durante la promoción de mi libro Bonobo: The forgotten ape, el punto álgido – o quizás el más bajo – fue una pregunta planteada por un profesor de biología alemán muy respetado. Tras mi conferencia se levantó de su asiento y vociferó en un tono casi acusatorio: ¡¿Qué les pasa a esos machos?! Estaba escandalizado por la dominancia femenina. Por mi parte, siempre he pensado que, dada la elevada tasa de actividad sexual y el bajo nivel de agresión entre los bonobos, los machos no tienen mucho de qué quejarse. Uno diría que están menos estresados que sus hermanos chimpancés y humanos. Creo que mi respuesta –que a los machos bonobo parecía irles estupendamente– no satisfizo al profesor. Este antropoide desafía profundamente las hipótesis sobre nuestro linaje y comportamientos”.
3. Las bonobas son una especie de chimpancé domesticado: Brian Hare et. al. (2012) señala que el ancestro común entre chimpancés y bonobas fue una primate parecida al chimpancé en características físicas y comportamentales. Según su hipótesis, divergieron ambas especies (cada una a un lado del rio Congo) las bonobas vivieron en un ambiente de baja competitividad por la abundancia de recursos, lo que llevó a que la especie se autodomesticase (como lo hicieron otras especies, entre ellas la humana). En primates, al contrario de lo que se piensa, los caninos no están adaptados para desgarrar, sino como arma de intimidación y defensa. Al disminuir los niveles de agresividad, los caninos fueron disminuyendo en tamaño (Suwa et. al., 2021), retuvieron rasgos juveniles en su aspecto y disminuyó notablemente el dimorfismo sexual.
Esta hipótesis de Hare toma como cierta la premisa de que el ancestro común entre ambas especies y la humana, de la cual recordamos que no tenemos ni idea de cómo puede ser, era básicamente un chimpancé primitivo. Y basa la adaptación de rasgos físicos y comportamentales de las bonobas a no necesitar competir puesto que tampoco hay gorilas en ese lado del río. Lo cual encaja perfectamente con la idea de que las humanas somos naturalmente como las sociedades chimpancés y la “anomalía” son las bonobas. Pero tal y como afirma de Waal, si esto fuera así, podríamos pensar que las sociedades matriarcales de otras especies como las hienas, podrían también estar autodomesticadas y no es así. Además, también podría debatirse la idea de competitividad por recursos interespecie en alusión a las gorilas. ¿Por qué no pudo ser nuestra ancestra común una primate primitiva similar a las bonobas? ¿Podría ser el estrés el elemento que marca las diferencias físicas y comportamentales (íntimamente ligadas)? Y cabría preguntarse si estos supuestos podrían ser extrapolables a nuestras sociedades occidentales donde el sistema requiere niveles extremos de estrés para producir agresividad y competencia.
El caso de las babuinas como ejemplo de cambio frente al determinismo
Robert Sapolsky es un neurocientífico que estudió durante más de 20 años a las babuinas (de la familia Cercopithecidae) en el Serengueti keniano. Esta especie se caracteriza por vivir en grandes grupos muy jerarquizados y con altas tasas de agresividad y así se comportaba el grupo estudiado por Sapolsky hasta que ocurrió lo inesperado. Las babuinas son omnívoras por lo que suelen ingerir restos de carne y vegetales que encuentran en los basureros cercanos. De esta forma, el grupo de Sapolsky ingirió carne infectada con tuberculosis. Como los machos más agresivos son los primeros en comer y los que más cantidad de carne comen se infectaron de tuberculosis y murieron, mientras que las hembras y los machos más pacíficos resultaron indemnes al ingerir los restos vegetales. Sapolsky esperaba que el grupo se dispersase, como ocurre con otros mamíferos gregarios cuando ven abruptamente alterada su organización social. Pero, sorprendentemente, lo que Sapolsky observó es que el grupo resultante de babuinas se mantuvo, disminuyendo notablemente las tasas de agresividad, aumentando las conductas de grooming (acicalamiento) y disminuyendo los niveles de estrés. Las babuinas habían elegido una vida más pacífica a otra más violenta y transmitieron esta cultura a sus descendientes que mantienen esta organización social.
En esta línea de investigación de bonobas en libertad para construir un modelo de evolución humana en base a esta especie trabajan las investigadoras de la reserva Kokolopori. https://projects.iq.harvard.edu/kokolopori
Referencias bibliográficas
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